Una vez más, se encontraron sin patria; pero en esta ocasión las cosas fueron distintas. El oráculo de Delfos había aconsejado a los foceos que fundaran su ciudad en Cirno. Habían hecho exactamente lo que decía Apolo y los habían destruido casi por completo. Las cosas ya no parecían tener sentido. Nadie los guiaba, nadie les decía adónde ir. Empezaron a derivar hacia el sur, por el camino que habían seguido a la ida, y hacia el este, hasta que llegaron a una población situada en el extremo meridional de Italia, y allí se detuvieron.