La madurez espiritual de un discípulo se mide en función de los juicios internos que establece de cada una de sus experiencias; si el discípulo todavía oscila entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo, correcto e incorrecto, significa que aún le falta un largo camino que recorrer. Si el discípulo aprende que todo es bueno y que simplemente varían las formas en que la energía del bien afecta a todo lo existente, entonces el discípulo, decimos, que lleva un camino más avanzado, pero aún le falta otro largo camino por recorrer.