Boris Pasternak

Días únicos

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  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    De los inviernos pasados, los días

    primeros de sol, los recuerdo:

    eran irrepetibles y de nuevo

    y sin final se repetían,

    Poco a poco, en el curso de los años,

    fue completándose la serie

    de esos días únicos, cuando

    nos parece que el tiempo se detiene.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Me ahogo, como una fiera acorralada;

    hay en algún sitio gente, libertad…

    luz; pero tras mí va el ruido de la caza:

    y no puedo dirigirme a ese lugar.

    El bosque umbrío y la orilla del estanque,

    los troncos de los abetos abatidos.

    El camino está cortado en todas partes:

    pase lo que pase, a mí me da lo mismo.

    Y quién sabe de qué crímenes funestos

    soy culpable, yo, asesino, mala bestia.

    Yo hice sólo suspirar al mundo entero

    evocando la belleza de mi tierra.

    Pero incluso así, a las puertas de la tumba

    aún confío en que llegue el día aquel:

    cuando la fuerza del mal y la calumnia

    se derrumbe ante el espíritu del bien.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    ahogo, como una fiera acorralada;

    hay en algún sitio gente, libertad…

    luz; pero tras mí va el ruido de la caza:

    y no puedo dirigirme a ese lugar.

    El bosque umbrío y la orilla del estanque,

    los troncos de los abetos abatidos.

    El camino está cortado en todas partes:

    pase lo que pase, a mí me da lo mismo.

    Y quién sabe de qué crímenes funestos

    soy culpable, yo, asesino, mala bestia.

    Yo hice sólo suspirar al mundo entero

    evocando la belleza de mi tierra.

    Pero incluso así, a las puertas de la tumba

    aún confío en que llegue el día aquel:

    cuando la fuerza del mal y la calumnia

    se derrumbe ante el espíritu del bien.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    La tierra no conoce suciedad
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    ¿Qué hora es? ¡Qué oscuridad! Seguro, ni las dos.

    Y otra vez, claro, no podré pegar un ojo.

    Al alba sonará el azote del pastor.

    Una corriente helada pasará, por la ranura.

    Y yo aquí solo.

    ¿Pero qué digo? Tú,

    con una reverberación de tu blancura,

    estás conmigo.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Pero la antigüedad de la vejez

    es Roma sin historia ni leyenda:

    no quiere que interpretes un papel,

    sino toda una muerte verdadera.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Para algunos, amar es una carga,

    pero tú eres hermosa sin rodeos,

    y es como si el secreto de tu gracia

    diera respuesta a todos los misterios.

    En primavera se oye un mar de sueños

    y el murmullo de nuevas y verdades;

    tú tienes algo de esos fundamentos;

    y fluye tu sentido como el aire.

    Es fácil despertar y ver de nuevo:

    limpiar el corazón de las palabras

    y no volver jamás a envilecerlo.

    Para eso no hace falta, mucha maña.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Algún día, escuchando un concierto, de golpe,

    cuando toquen a Brahms, me hundiré en la nostalgia,

    pensaré en aquel lazo de seis corazones,

    los paseos, los baños, y el parque a la entrada,

    en la tímida artista, ¡de ensueño!, en sus ojos,

    su sonrisa, tan franca, su alegre sonrisa,

    luminosa, grandiosa, de luz, como el globo:

    en la risa… y el rostro y la voz de la artista.

    Cuando toquen a Brahms, cederé a los recuerdos

    de la compra del grano y demás provisiones;

    las terrazas al sol y los cuartos por dentro;

    del hermano, y el hijo, y el césped, y el roble.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Marcha, no tengas miedo. Que nada te retenga.

    Ve hacia el mundo, hacia otros. No escribiré otro Werther,

    Pero hoy día también el aire huele a muerte:

    y abrir una ventana… es abrirse las venas.
  • Javier Barrientoscompartió una citahace 4 años
    Intenta, impídemelo.

    Ven, trata de extinguirlo.

    Este ataque de pena, que retumba,

    como el mercurio en el vacío

    de Torricelli. La locura,

    proscríbeme… oh, venga, arremete,

    impídeme hacer ruido

    de ti. No te avergüences, no hay testigos.

    ¡Oh, extingue, extingue! Más ardiente.
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