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Primo Levi

Auschwitz, ciudad tranquila

  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Tendía a rechazar un segmento de su pasado, pero había evolucionado lo suficiente como para no mentirse a sí mismo. No se permitía mentiras, sino lagunas, espacios en blanco.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Por lo que respecta a los señores del mal, esta curiosidad, que admito conservar, y que no se limita a los jerarcas nazis, sigue viva. Han aparecido cientos de libros sobre la psicología de Hitler, Stalin, Himmler, Goebbels, y he leído decenas de ellos sin que me satisficieran. Es probable que se trate de una incapacidad esencial de los escritos documentales, pues no tienen casi nunca el poder de mostrarnos el fondo de un ser humano. Para este fin, más que los historiadores o los psicólogos, resultan idóneos el dramaturgo y el poeta.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Puede parecer sorprendente que, en el campo de exterminio, uno de los estados de ánimo más frecuentes fuese la curiosidad. Sin embargo, éramos, además de gente asustada, humillada y desesperada, curiosos; hambrientos de pan y de comprender. El mundo a nuestro alrededor había dado un vuelco total, por tanto, alguien lo había volcado y, por eso, él también era una persona inestable: uno, mil, un millón de seres antihumanos, creados para torcer lo que estaba recto, para manchar lo que estaba limpio. Era una simplificación ilícita, pero en aquel tiempo y en aquel lugar no éramos capaces de articular ideas complejas.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    El duelo no se correspondía con la idea de duelo que veía en sus modelos literarios: este fue desigual, desleal, sucio, y lo había manchado. Los modelos, incluso los más violentos, son caballerescos; la vida no lo es. Se dirigió a la cita sabiendo que nunca iba a ser el hombre que había sido hasta entonces.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Es decir, la ambición de poder es tan grande que puede prevalecer incluso en condiciones capaces de apagar todas las voluntades individuales. De hecho, era evidente que padecía el conocido síndrome del poder duradero y sin oposición: una visión distorsionada del mundo, la arrogancia dogmática, el convulso agarrarse como sea a los resortes del mando, creerse por encima de la ley.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    ¿Quién es Rumkowski? No es un monstruo, pero tampoco es un hombre como todos; es como muchos, como muchos entre los frustrados que prueban el sabor del poder y se embriagan. El poder es como la droga: quien no lo ha probado no siente la necesidad, pero tras la primera prueba, que puede ser fortuita, nace la adicción, la dependencia, y la necesidad de dosis cada vez más grandes. Nace incluso el desprecio de la realidad y la vuelta a los sueños infantiles de omnipotencia.
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