Roman se despierta temprano. Se despoja del saco de dormir y nada en la oscuridad hasta la ventana del laboratorio. ¿Dónde estamos? ¿Dónde estamos? ¿En qué punto de la Tierra? Es de noche y hay tierra a la vista. En el horizonte asoma la nebulosa de una megalópolis en medio de una nada rojo herrumbre; no, son dos ciudades, Johannesburgo y Pretoria, enlazadas como una estrella binaria. Al otro lado del arco de la atmósfera, el Sol, que en un minuto se separará del horizonte e inundará la Tierra, y el alba llegará y pasará, en cuestión de segundos, antes de que la luz diurna lo domine todo en un mismo instante. África central y oriental, de pronto iluminadas, calientes.
Hoy se cumple su cuadrigentésimo trigésimo cuarto día en el espacio, un monto alcanzado en tres misiones distintas. Lleva la cuenta exacta. De esta misión es el día ochenta y ocho. En una misión de nueve meses, la suma de horas de ejercicio matinal asciende a unas quinientas cuarenta. Quinientas reuniones matinales y vespertinas con los equipos estadounidense, europeo y ruso en tierra. Cuatro mil trescientos veinte amaneceres, cuatro mil trescientos veinte crepúsculos. Casi ciento setenta y cuatro millones de kilómetros recorridos. Treinta y seis jueves, y este, por cierto, es uno de ellos. Quinientas cuarenta veces en las que debes engullir la pasta de dientes. Treinta y seis cambios de camiseta, ciento treinta y cinco mudas de ropa interior (una muda limpia diaria sería un derroche de espacio que no pueden permitirse), cincuenta y cuatro pares de calcetines limpios. Auroras, huracanes, tormentas; su número, desconocido; su realidad, incuestionable. Nueve ciclos completos, por supuesto, de la Luna, su compañera plateada que transita plácidamente por sus fases mientras los días se van al traste. Pero, aun así, la Luna, vista varias veces al día, a veces con una extraña distorsión.
Al cómputo, que apunta en un papel en su cabina, Roman añadirá la octogésimo octava línea. No con la esperanza de que el tiempo pase, sino para intentar sujetarlo a algo que pueda contabilizarse. De lo contrario... de lo contrario el centro va a la deriva. El espacio desgarra el tiempo, lo hace trizas. Se lo dijeron durante la formación: Llevad la cuenta cada día, al despertaros, decíos esta es la mañana de un nuevo día. Sed claros con vosotros mismos sob