En medio de la resequedad playera, el jardín florecía a la sombra de los almendros, rosas y bromelias, palmas enanas y helechos que Nenuco sacaba de los jardines que embellecía en las casas y hoteles donde había conseguido trabajo. Cuando estuvo lista y enamorada, Ananí le regaló una potiza de barro en forma de corazón, de cuyas tetas surgía un pene como símbolo de la unión de unos cuerpos que dejarían de ser macho y hembra para convertirse en un solo órgano que latía