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Libros
Rita Indiana

La mucama de Omicunlé

  • Raquelcompartió una citahace 4 años
    Dentro de unos años, cuando los que llegamos a verlo hayamos desaparecido, la gente hablará del mar lleno de peces como si fuera de unicornios».
  • Ani Hernándezcompartió una citahace 4 años
    Para cuando terminó el primer año, Goya tenía un par de amigos que había conquistado con la marihuana haitiana que capeaba en la capital, y aunque sus trabajos seguían pareciendo ilustraciones de los Testigos de Jehová, ahora reinaba en ellos cierta ironía.
  • Carolina Reyescompartió una citahace 4 años
    Sus compañeros eran niños ricos con Macs y cámaras digitales que hablaban de Fluxus, videoarte, videoacción, arte contemporáneo
  • Montserrat Almazán (Literalmente)compartió una citahace 4 meses
    Olokun, una deidad más antigua que el mundo, el mar mismo
  • Elizabeth Mariscalcompartió una citahace 5 meses
    En poco tiempo se olvidará de Acilde, de Roque, incluso de lo que vive en un hueco allá abajo en el arrecife.
  • Elizabeth Mariscalcompartió una citahace 5 meses
    Sintió la intensa pulsión de sus tres vidas al mismo tiempo
  • Elizabeth Mariscalcompartió una citahace 5 meses
    aceptara esas armas biológicas
  • Silvia Arenascompartió una citahace 5 meses
    De pequeño, cada vez que alguien le decía «mono», «maldito mono» o «mono der diablo», dibujaba un Goku dando una patada o haciendo uso de uno de sus poderes especiales. Había llenado cuadernos enteros para sobrevivir a las palabras que salían incluso de boca de su madre o sus hermanos, soñando con que un día, tras encontrar a un maestro como Mr. Miyagi o Yoda, adquiriría los superpoderes para vencer al enemigo, esa gran boca sucia que lo hería y debilitaba. A falta de un sensei, Malagueta ideó una salida: el aire pestilente de los insultos hincharía sus músculos, bombeando sus brazos debajo de pesas sin fin y lo convertirían en un gorila con el que nadie se querría meter: una máquina de batear bolas.
  • Silvia Arenascompartió una citahace 5 meses
    Ambos miraban a Argenis con cuatro ojos idénticos creando un túnel de silencio; a un lado se chocaban copas, al otro, retumbaba una verdad inexplicable y nauseabunda. «¿Y ahora qué te pasa?», preguntaron Giorgio y Roque al unísono. El pintor tembló de pánico, sin poder abrir la boca. «No desperdicies la bala», dijo Roque a Engombe, y tomó el arma por el cañón para blandirla como un bate y tumbar a Argenis de un golpe seco en la cabeza, no sin antes decirle con su boca bucanera: «Esto es por Billy, hijo de puta».
  • Elizabeth Mariscalcompartió una citahace 5 meses
    Brindaron por el Centro de Investigación Marina de Playa Bo.
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