Libros
Lluís Montoliu

El albinismo

El albinismo no es una enfermedad; se trata de una condición genética poco frecuente. Una persona no sufre o padece albinismo, sino que “es” una persona con albinismo. Son individuos que han sufrido mutaciones en determinados genes y que normalmente reconocemos por su poca o nula pigmentación en la piel y su pelo blanco, aunque su rasgo más limitante sean sus graves problemas de visión, con una agudeza visual que suele ser inferior al 10%. En algunos países de África, las personas con albinismo sufren acoso, persecuciones, secuestros, mutilaciones y asesinatos; se han extendido creencias mágicas y de brujería en las que se concede buena suerte o buena salud a quienes poseen partes del cuerpo de una persona con estas características. A lo largo de estas páginas Lluís Montoliu desmitifica y explica esta condición genética poco frecuente.
128 páginas impresas
Publicación original
2019
Año de publicación
2019
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Opiniones

  • J Perezcompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó

    Una expresión visionaria de la causalidad de las personas albinas. Semiótica reflejante de sentido mismo. La reproducción de genomas dañados, expresados en aquellas singularidades peculiares que hacen del hombre un ser único, o como lo expresa el autor, raro según la clasificación social. Es un libro con un tema muy dinámico, muy bien expresado, e induce a la creciente fascinación de la biología misma, y en parte hace una indicación innovadora del famoso CRISPR-Cas9.

Citas

  • J Perezcompartió una citahace 2 años
    Hay que recordar que no existe el color azul. Es una ilusión óptica producida por pequeñas cantidades de pigmento, de melanina, en el iris que acaban produciendo una interferencia en la luz que reciben y procesan, dando lugar a esa sensación de ojos azules.

    SUPERSIC

  • J Perezcompartió una citahace 2 años
    Lorea Bagazgoitia es, además, la autora del libro Lo que dice la ciencia del cuidado de la pie

    Libro

  • J Perezcompartió una citahace 2 años
    Cualquier persona con una visión normal usa el centro de su retina para ver con la mayor resolución y precisión posible. Esto es así porque en ese punto tenemos una pequeña mancha (la mácula), que incluye una depresión de apenas dos décimas de milímetro de diámetro, menor que la punta de un alfiler, pero que es el punto de nuestra retina donde tenemos la mayor acumulación de fotorreceptores. A este punto lo llamamos fóvea. En particular, en la fóvea coinciden la mayoría de fotorreceptores de tipo cono de nuestra retina, que son los que nos permiten distinguir las formas y los colores, al responder a diferentes longitudes de onda en condiciones de buena luminosidad. En la fóvea apenas tenemos bastones, que son el otro tipo de fotorreceptores que pueblan el resto de nuestra retina, a la que llamamos periférica. Por eso la fóvea nos permite ver con extraordinaria precisión objetos y personas a las que miramos de frente, fijamente, con el centro de nuestra retina, mientras que el resto de nuestro campo visual, capturado y procesado por nuestra retina periférica (el resto de la copa óptica, con excepción de la fóvea y del punto ciego, que es donde se inserta el nervio óptico), es mucho más borroso, poco preciso y con una imagen de muy baja calidad. Es lo que habitualmente llamamos “mirar por el rabillo del ojo” y gracias a lo que nos apartamos instintivamente si vemos que se va a caer algo sin necesidad de percibir exactamente qué es lo que se está cayendo sobre nosotros. Cuando queremos centrar nuestra atención en algo lo enfocamos y miramos con la fóvea, dirigiendo nuestros dos ojos a esa persona u objeto. Esta es la imagen de mayor calidad que somos capaces de procesar.

    Mega-SUPERSIC

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