El plan zapatista de ocupar fincas por la violencia y repartirlas a los soldados era el antecedente del plan de Lucio Blanco en los comienzos del carrancismo y de los apoderamientos de tierra que Carranza no pudo evitar durante su régimen anárquico. El plan de Madero, en cambio, suponía una política de consecuencias progresistas. De haber triunfado, de haberse impuesto el maderismo, no habrían aparecido jamás los latifundios revolucionarios de los Álvaro Obregón en Cajeme, de Plutarco Elías Calles en el Mante, de Pablo González en Morelos, de Amaro en Durango, etc., etc.