—No es justo —se queja Mia, sacando el labio inferior en un puchero—. Isabel tiene dos. Yo sólo tengo uno.
Al girar sus rasgos malhumorados hacia el hombre que se sienta a su lado, la expresión de éste se endurece mientras le arrebata un pellizco de la cadera.
—Pequeña mocosa.
—¿Uno? Yo tengo cero, así que no te quejes —añade Maggie mientras frunce el ceño en su copa de vino.
—Eso es porque trabajas demasiado, Mags. Y siempre estás con nosotros. Aquí ya no hay chicos solteros —respondo.
—De todos modos, no quiero a ninguno de ustedes —responde ella—. Ustedes son demasiado pervertidos y ricos y llenos de sí mismos.
Los tres la miramos fijamente, ofendidos.
—¿Demasiado pervertidos? —pregunta Emerson.
—¿Desde cuándo nos hacemos los ricos? —añade Garrett.
Y no puedo evitar reírme. Quiero decir... estamos llenos de nosotros mismos, así que eso ni siquiera merece una discusión.
—Ni siquiera voy a responder —dice astutamente. Hay que querer a Maggie. Trabaja duro y es sorprendentemente dulce y tímida para una mujer que nos ha tenido a los tres en jaque durante casi una década. Pero nunca se toma el tiempo para sí misma que se merece. Desde que vivo allí, me he dado cuenta de que no hace más que trabajar. Hasta su comentario a Mia sobre no tener un hombre, honestamente no sabía que quería uno.
Nunca ha salido con nadie, que sepamos. Nunca usó el club para nada. Nunca coqueteó ni se enrolló. Es un enigma para todos nosotros, pero la queremos igual.
La mesa está ocupada discutiendo sobre sus acusaciones sobre la forma de actuar, y yo agradezco que me quiten la atención. Y fue así de fácil. Solté la mayor bomba de mi vida, y mis amigos apenas se inmutaron. Porque, para ellos, nada cambió realmente. Sigo siendo yo. Drake, Isabel y yo somos las mismas tres personas que siempre hemos sido.
Y pensar que tenía miedo de que esto fuera difícil.