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Libros
Alberto Moreno

Las películas que no vi con mi padre

Algo tan sencillo como sentarte en el cine con tu padre, o con tu hijo, se convierte en este libro en una reflexión divertida, íntima y conmovedora. Las películas que no vi con mi padre son también las películas que sí viste, y las que quieres ver con tu hijo y por extensión, con todos a los que quieres. Alberto Moreno salta de Indiana Jones a La guerra de las galaxias con humor y con inteligencia, y va construyendo el relato de las cosas importantes: la infancia, la amistad, el amor o la familia delante de una pantalla junto a la mejor compañía posible. O junto a su ausencia. Porque la vida enseña que somos también porque otros fueron; una amalgama de nostalgia y de memoria que nos sujeta cuando nos quedamos solos.El autor nos habla de nosotros mismos, con la naturalidad de una conversación entre amigos sobre las escenas favoritas de Antes del atardecer o de El Padrino, esas imágenes de las películas compartidas por una generación cuyas emociones atrapan a todos por igual.
Las páginas de Las películas que no vi con mi padre son un homenaje a los afectos, al dolor de las pérdidas irreparables y a cómo pasado y presente se encadenan hasta forjar una biografía sentimental.
181 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2022
Año de publicación
2022
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Opiniones

  • Yatzel Roldáncompartió su opiniónel año pasado
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    😄Divertido
    🐼Adorable
    💧Prepárate para llorar

Citas

  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    No perdí el tiempo. Al día siguiente por la tarde le hice sentarse en el sillón azul del salón, a mi izquierda, corrí las cortinas y le puse Los cuatrocientos golpes (1959), de François Truffaut. Me pareció una buena forma de introducirlo en las películas de arte y ensayo europeas. Sabía que iban a aburrirle hasta que aprendiera a verlas. Es como aprender una variación de una gramática regular»
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Si viera una al día y no repitiera ninguna, son deberes para toda la vida. Y lo cierto es que espero revisitar las que son más mulliditas, las que son «mi hogar». Dice Sabina que no hay que volver nunca a los sitios que nos hicieron felices, pero mi labor como analista y como albacea de un legado global hace que quiera seguir repitiendo las mejores. Hay que honrarlas y, además, nos deben dar consuelo en los malos momentos. Por eso hay que reconquistar los lugares seguros, hacerles el homenaje, sobre todo en etapas proclives a la depresión, como últimamente, cuando nuestro bienestar se ha visto más amenazado que nunca
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    En un estudio de 2018 publicado por los profesores de psicología Chris Moulin (Universidad Grenoble Alpes) Akira O’Connor (Universidad de St Andrews) y Clare Rathbone (Universidad Oxford) bajo el título «Las huellas de mi bagaje: la importancia del yo contribuye al aumento de la reminiscencia» se llegó a la conclusión de que la nostalgia podría tener una base científica. No es que ya no llueva como antes ni que cualquier tiempo pasado fuera mejor, es que nos marcó más por el mero hecho de que nuestro cerebro era más «enamoradizo» en aquella época porque se estaba fundando nuestra personalidad. Según la sinopsis del estudio, la etapa comprendida entre los quince y los veinticinco años es cuando se produce «la fijación de los recuerdos más autobiográficos, los más vívidos y los más importantes. Es el periodo del que provienen las películas, la música y los libros favoritos de la gente y del que se opina que tuvieron lugar los acontecimientos mundiales más importantes».

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