bookmate game
Rita Morrigan

LA LUNA EN TUS MANOS

Avisarme cuando se agregue el libro
Para leer este libro carga un archivo EPUB o FB2 en Bookmate. ¿Cómo puedo cargar un libro?
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    —¿Qué tratas de decirme? —susurró mientras su corazón se precipitaba a un ritmo alocado.
    Guill volvió a inspirar con mucha fuerza, estrechándola aún más entre sus brazos.
    —Que te amo, Allison Green. Y que, si me aceptas, estoy dispuesto a quedarme contigo en los términos que tú quieras, para siempre. Te ofrezco mi vida y mi libertad. Si lo deseas, permaneceré a tu lado como tu criado, o como el más voluntario de los esclavos.
    Ally se puso de puntillas y le besó. Las palabras se perdieron contra su boca como estrellas fugaces en una noche oscura. Guill respondió al beso con una intensidad ardiente, apremiante. Sin embargo, ella se apartó cuando sintió que su cuerpo comenzaba a despertar de nuevo a sus caricias, porque necesitaba decir algo que le acuciaba el alma.
    —Yo también te amo.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    El tiempo agrandó la familia con más de veinte nietos, algunos biológicos y otros adoptados. Los Lezcano tuvieron una vida larga y muy feliz, permaneciendo siempre unidos por algo mucho más fuerte y consistente que los lazos de sangre: el amor. No en vano habían descubierto una de las más grandes verdades universales: que algunos hijos se tienen y otros, simplemente, te encuentran.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    Lo he hecho porque te amo más que nada en esta vida, y también en las siguientes.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    —¿Sabes que fue en este cuarto donde comenzó todo?
    Ella contempló perpleja su ancha espalda.
    —Tu cuna estaba justo aquí —continuó Eric observando el sillón—. Aquella noche la chimenea estaba encendida y tú estabas despierta, asombrada por el movimiento de tus manitas. —Una ronca sonrisa afectó a su voz—. Por aquel entonces yo tenía ocho años y no entendía por qué tu nacimiento, unos días antes, había revolucionado a todo el mundo. Deseaba saber qué te hacía tan especial para mis padres, así que esperé a que todos se durmieran y me acerqué a conocerte. Entonces giraste tu carita y me miraste por primera vez. Me sonreíste confiada, y tu sonrisa me cautivó el alma, María.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    —¿Me concede la mano de su hija, señor?
    Lady Mary empujó su silla de ruedas hasta ellos y se apoyó en el brazo de Eric para levantarse. Él la sujetó de inmediato, de forma que los dos quedaron de pie frente al señor Lezcano.
    —¿Qué dices, esposo mío? —preguntó con dulzura—. ¿Se te ocurre alguien mejor para nuestra hija?
    Su rostro se iluminó al fin con una amplia sonrisa.
    —No, ciertamente —respondió, dando un paso hacia ellos para estrecharlos con fuerza entre sus brazos—. Bienvenido a casa, hijo.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    ¿Y qué piensas hacer ahora? —continuó, dirigiéndose de nuevo a él.
    Eric lanzó otra mirada insegura a su padre, cuya presencia resultaba cada vez más intimidante.
    —Le he pedido que se case conmigo.
    Los ojos de lady Mary centellearon de pura emoción.
    —¿Y qué te ha contestado?
    —Aún es un poco reticente a la idea —respondió—. Me está castigando por haberme marchado de su lado. Pero creo que solo desea que insista.
    —Oh, por el amor de Dios, hijo —resopló su madre—, ¿a qué estás esperando para humillarte?
    Eric inspiró con fuerza.
    —El permiso de sus padres.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    —Disculpadme, ¿me he perdido algo? —intervino el señor Lezcano con sarcasmo—. ¿Tú sabías
    todo esto? —murmuró observando a su esposa.
    Lady Mary asintió con una sonrisa radiante.
    —Te dije que me enteraría, ¿no? De todas formas, una especie de premonición me hizo sospecharlo hace cuatro años. Sobre todo por la reacción de nuestra hija. ¿Por qué te marchaste sin despedirte? —preguntó, volviendo la atención hacia Eric.
    Arrepentido, él bajó la cabeza.
    —No podía —contestó—. Sé que no me hubierais dejado ir, y por aquel entonces yo no podía despedirme de ella.
    —¿Por aquel entonces? — Lady Mary achicó los ojos con suspicacia—. Ahora que lo pienso, te marchaste tras el accidente de María con su yegua. ¿Pasó algo entre vosotros en aquella cabaña?
    Eric estuvo a punto de resoplar. ¿Desde cuándo había desarrollado su madre aquellas dotes
    clarividentes?
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    —Señor Lezcano, señora Lezcano...
    —¿Por qué nunca nos llamas papá y mamá como hacen tus hermanos? —interrumpió lady Mary
    —. Recuerdo que cuando te adoptamos lo hacías todo el tiempo. Luego dejaste de hacerlo paulatinamente. ¿Hicimos algo que pudiera molestarte? —preguntó, con la cabeza ladeada y el semblante turbado.
    —¡No, no! —aclaró—. Siempre me habéis hecho sentir como a un hijo, un hijo querido —dijo, con el recuerdo de su verdadero padre muy presente.
    Lady Mary le contempló entristecida.
    —Entonces, ¿qué es lo que pudo pasar?
    —Me enamoré —respondió.
    Ella inspiró con fuerza mientras sus ojos violetas centelleaban, repletos de lágrimas.
    —De María —aseveró ella.
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    Frente a ella tenía a una mujer valiente que iba a navegar por todo el mundo junto a su esposo, marcando sus propias reglas como matrimonio. Tal vez fuera cierto aquello que decían algunas novelas sobre que el amor de verdad nos vuelve invencibles.
    —Y ahora, te suplico que me cuentes eso que me has dicho al entrar —dijo Ally, dándole una palmadita en la mano para animarla—. ¿Qué ha pasado entre tú y el señor Nash?
    —Creo que ahora sí que iré a ver esa sala de juego —intervino Guill tras ponerse de pie—. Si me disculpan, señoras
  • Ivanna Peñaloza Acevedocompartió una citahace 6 años
    ¿Podrías decirme, por favor, cuándo zarpará el Audacious? —Se aproximó a él observándolo con desesperación.
    Guill suspiró impaciente antes de lanzar una rápida mirada a su esposa, todavía sentada en el sillón.
    —En una semana, más o menos —respondió.
    La noticia alcanzó a María como un disparo.
    —Se va a marchar, se va a marchar otra vez —musitó, antes de tambalearse hacia atrás.
    Sus piernas chocaron con el sillón y cayó sentada. Se cubrió el rostro con las manos mientras el llanto brotaba desde el centro de su pecho. Se mecía adelante y atrás como alguien a punto de volverse loco. Así se sentía exactamente: loca.
    Visiblemente preocupada, Ally acudió a su lado para acariciarle el cabello.
    —Guill, querido, este es un gran momento para que le digas a María lo que me estabas contando hace unos minutos.
    —¿Te parece? —murmuró intranquilo—. ¿No será mejor que antes le traigan una infusión calmante?
    —Ay, por el amor de Dios —protestó su esposa—, ninguna infusión en el mundo la tranquilizará más que eso que vas a contarle.
    María apartó las manos y miró con curiosidad a Guill, que se había acuclillado frente a ellas.
    —¿Qué ocurre? —sollozó, sorbiendo por la nariz mientras paseaba su mirada de uno a otro.
    —El capitán me ha transferido el Audacious como regalo por nuestra boda —explicó Guill.
    Capítulo 32
    María observó desconcertada al esposo de su mejor amiga.
    — ¿Y eso qué significa?
    —Pues que yo soy el nuevo capitán del barco —expuso tranquilamente—, porque el antiguo ha decidido quedarse en Londres y regresar a sus antiguos negocios; solo que ahora va a hacerlo como socio, y no como empleado.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)