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Carl Gustav Jung

Respuesta a Job

  • Eduardo Espinoza Bautistacompartió una citael año pasado
    Hay también verdades anímicas, las cuales no pueden explicarse, pero tampoco demostrarse o negarse físicamente.
  • Eduardo Espinoza Bautistacompartió una citael año pasado
    para que algo sea «verdadero» ha de manifestarse o haberse manifestado como un hecho físico. Así, por ejemplo, los unos creen, como físicamente verdadero, y los otros impugnan, como físicamente imposible, que Cristo nació de una virgen.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    Ambos, divinidad e inconsciente, conforman conceptos límite con los que se alude a contenidos transcendentales. Pero empíricamente es posible comprobar con las suficientes garantías que lo inconsciente alberga un arquetipo de la totalidad que se manifiesta de forma espontánea en sueños, etc., y que existe una tendencia independiente de la voluntad consciente a vincular los demás arquetipos con este centro. Por ello, es probable que el arquetipo de la totalidad ocupe en sí mismo una cierta posición central, la cual hace que se aproxime a la imagen de Dios. Esta semejanza se ve apoyada, muy especialmente, por el hecho de que el arquetipo genere una simbología con la que viene caracterizándose y simbolizándose a la divinidad desde hace ya mucho tiempo. Estos hechos nos permiten introducir una cierta restricción en nuestra afirmación anterior según la cual no sería posible señalar ninguna diferencia entre el concepto de Dios y el concepto de lo inconsciente. En rigor, en efecto, la imagen de Dios no coincide con lo inconsciente en cuanto tal, sino con un contenido inconsciente muy específico: el arquetipo del sí-mismo. De éste es de quien propiamente ya no podemos distinguir empíricamente la imagen de Dios. Sin duda, siempre es posible postular, de forma arbitraria, que ambas magnitudes son distintas. Pero tal cosa no nos sirve de nada; al contrario, sólo nos sirve para separar al hombre de Dios e impedir así la encarnación de este último.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    Las diferencias entre el proceso de individuación que discurre de forma natural, es decir, inconscientemente, y el proceso de individuación consciente, son enormes. En el primer caso, la consciencia no interviene jamás, y, por ello, el final es tan oscuro como el principio. En el segundo caso, son tantas las oscuridades que salen a la luz, que junto a la iluminación de la personalidad la consciencia gana ineludiblemente en amplitud y penetración. El enfrentamiento entre la consciencia y lo inconsciente no sólo tiene que cuidarse de que la luz que brilla en las tinieblas sea comprendida por ellas, sino también de que la primera reciba a las segundas.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    La elevación de la assumptio a la categoría de un dogma implica que el pleroma está asistiendo a una hierogamia. Por su parte, esta última supone, como se ha dicho ya, que los tiempos venideros serán testigos del nacimiento de un niño divino, el cual, respondiendo a la tendencia divina a la encarnación, elegirá al hombre empírico como lugar de nacimiento. Este proceso metafísico es lo que la psicología de lo inconsciente conoce como el proceso de individuación. En la medida en que este proceso discurre generalmente de forma inconsciente, como lo ha hecho siempre, no significa nada más que lo que la bellota significa para la encina, la ternera para la vaca, y el niño para el adulto. Pero cuando el proceso de individuación se torna consciente, la consciencia tiene con este fin que enfrentarse a lo inconsciente y conseguir que los opuestos guarden entre sí un recíproco equilibrio. Dado que esto no es posible lógicamente, se tiene necesidad de símbolos, los cuales posibilitan la unión irracional de los opuestos. Los símbolos son creados espontáneamente por lo inconsciente y amplificados por la consciencia. Los símbolos más importantes de este proceso se centran en la descripción del sí-mismo, es decir, de la totalidad del hombre, el cual se compone de aquello de lo que éste es consciente y de los contenidos de lo inconsciente.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    . Pero el caso es que me han preguntado ya tantas veces si creo o no en la existencia de Dios, que hasta cierto punto me preocupa que pueda considerárseme, mucho más a menudo de lo que yo mismo me figuro, como un «psicologista». Lo que la gente pasa casi siempre por alto o no acaba de entender es que, desde mi punto de vista, la psique es real. La gente, en efecto, cree únicamente en los hechos físicos, por lo que no le queda otro remedio que concluir que el verdadero constructor de la bomba atómica habría sido el uranio o, en su defecto, los instrumentos del laboratorio. Pero esto es tan absurdo como suponer que el responsable de su construcción sería una psique carente de realidad. Dios es un hecho evidentemente psíquico y no físico. Lo diré de otro modo: Dios es un hecho del que contamos con evidencias psíquicas, pero no con evidencias físicas. Por ello, a esta gente sigue igualmente sin entrarle todavía en la cabeza que la psicología de la religión se divide en dos campos que hay que mantener rigurosamente separados: la psicología del hombre religioso, por un lado, y la psicología de la religión o de los contenidos religiosos, por otro.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    Desde el Apocalipsis hemos vuelto a saber que a Dios no sólo es preciso amarle, sino también temerle. Dios nos llena de bien y mal. De lo contrario, en efecto, nada habría que temer de él, y puesto que Dios quiere hacerse hombre, la unión de su antinomia tiene que verificarse en el ser humano. Para el hombre tal cosa representa una nueva responsabilidad. El hombre ya no puede seguir escudándose detrás de su insignificancia y nulidad, porque el Dios tenebroso ha puesto en sus manos la bomba atómica y las armas químicas, confiriéndole así poder para derramar las apocalípticas copas de la ira sobre sus semejantes. Puesto que ese poder se ha convertido en cierto modo en un poder divino, el hombre ya no puede seguir permaneciendo ciego e inconsciente. El hombre tiene que conocer la naturaleza de Dios y lo que sucede en el reino metafísico para comprenderse a sí mismo y llegar de este modo a conocer a Dios.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    No hay duda de que el hecho de tomar consciencia de lo oculto, de lo mantenido en secreto, nos sume en un conflicto insoluble, o así, al menos, lo cree la consciencia. Pero los símbolos que brotan de lo inconsciente y se manifiestan en sueños apuntan a la confrontación de los opuestos, y las imágenes de la meta representan su feliz unión. Nuestra naturaleza inconsciente nos brinda aquí una ayuda empíricamente comprobable. La misión de la consciencia estriba en comprender estas insinuaciones. Pero aunque esto no suceda, el proceso de individuación prosigue su curso; la única diferencia es que somos víctimas de él, viéndonos arrastrados por el destino a esa meta ineludible a la que hubiéramos podido llegar por nuestro propio pie con sólo que hubiéramos sido pacientes y nos hubiéramos esforzado a tiempo por comprender los númenes que jalonan el curso del destino. Lo único que importa ya es si el hombre será capaz de ascender a un nivel moral superior, es decir, a un nivel superior de consciencia, mostrándose así a la altura del poder sobrehumano que pusieron en sus manos los ángeles caídos. Pero el hombre no podrá seguir avanzando si no llega a conocer mejor su propia naturaleza.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    Cristo dijo una vez: «Si no os hacéis como niños...», es decir, como el niño en el que los opuestos están todavía próximos entre sí; o, dicho de otro modo, como el niño que nace de la madurez del hombre adulto, y no como el niño inconsciente que a todos nos gustaría seguir siendo.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltcompartió una citahace 2 años
    Como es natural, nuestra relativa oscuridad no nos sirve de nada. Sin duda, atenúa las acometidas de los poderes malvados, pero por otro lado nos hace más propensos a ellos y relativamente incapaces de resistirlos. Por eso, necesitamos más luz, bondad y fuerza moral, y tenemos que purificarnos a poco que podamos y hasta donde nos sea posible de esa oscuridad antihigiénica, porque, de lo contrario, no podremos asimilar ni soportar a ese Dios tenebroso, que quiere también hacerse hombre, sin irnos definitivamente a pique. Para ello son necesarias todas las virtudes cristianas, y no sólo ellas —pues el problema no es sólo moral—, sino también la sabiduría, esa sabiduría que ya buscara Job.
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