Simplifica

Te lo voy a repetir: mi agenda trata menos de lo que quiero hacer y más de en quién quiero convertirme.

La simplicidad no se puede conseguir sin tener claro el objetivo global de tu vida.

Escribo en mi diario, me hago duras preguntas sobre mis acciones, mis palabras, mis relaciones, mi carácter. ¿Qué patrón de pecado está iluminando Dios en mí que exija confesión y cambio? ¿Qué relaciones necesito reparar? ¿Dónde me está invitando a crecer Dios? ¿A qué oportunidades quiere Él que diga que sí? ¿De qué me está diciendo que pase? ¿Dónde está elogiándome por un trabajo bien hecho?

estas personas experimentaron con sus agendas hasta dar con una fórmula que les funcionara realmente. No trataron de meterse con calzador en una agenda «normal» que se pareciera a la de cualquier otro. Ellos lo comprendieron: Mi ritmo no tiene por qué irle a bien a nadie más que a mí.

Mucha gente que lleva vidas fascinantes mantiene agendas muy extrañas. ¿Sabías que Winston Churchill trabajaba una considerable cantidad de tiempo desde la cama? A menudo se quedaba despierto hasta las 2 o las 3 de la mañana y después se iba a dormir, despertándose a eso de las 7 y trabajando en la cama hasta las 11 o el mediodía. Dado el papel de Churchill en la historia, pocos podrán cuestionar la efectividad de esta excéntrica agenda en un excéntrico líder mundial.

¿Cómo quiere Dios que pase el tiempo hoy?

La vida es más sencilla cuando solo hay un compromiso que cumplir: el de Dios.

Pasar tiempo con Dios cada día es el antídoto a un ladrón de energía en particular: la gestión de la imagen.

Eh, no necesito cumplir con la agenda de nadie más, porque tengo mi mano en la de aquel cuyos planes y propósitos conforman mi vida.

Creo que se puede decir que ninguno de nosotros está bien cuando está agotado.