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Fleur Jaeggy

Los Hermosos Años Del Castigo

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Estamos en un internado femenino en el cantón más retrógrado de Suiza, el Appenzell, en los lugares por los que paseaba el escritor suicida Robert Walser. En él respiramos una densa atmósfera de cautiverio, sensualidad inconfesada, demencia. Llega una «nueva» : es hermosa, severa, perfecta, parece haberlo vivido todo. La protagonista —otra alumna del colegio— se siente irremediablemente atraída por esa figura enigmática, que le deja entrever algo a la vez sereno y terrible. El estilo límpido y terso, la sagacidad de las reflexiones más sutiles, la intensidad de esta historia implacable hacen vibrar una cuerda secreta, la que se oculta en ese colegio imaginario que permanece, transfigurado, en nuestra memoria. Y nos dejan trastocados por una infrecuente emoción, entre el desconcierto, la atracción y el temor, como si en el centro de un jardín bien cuidado viéramos desatarse una vorágine… No en vano escribe la protagonista : «Hay como una exaltación, leve pero constante, en los años del castigo, en los hermosos años del castigo».
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77 páginas impresas
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Opiniones

  • Conejo Literariocompartió su opiniónhace 6 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    💧Prepárate para llorar

    Este libro me destruyó, el final es una joya.

  • Ana Negricompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo

    La nueva integrante de mi lista de novelas favoritas.

  • Pony Neóncompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🎯Justo en el blanco

Citas

  • Karla Sandoval Osiocompartió una citahace 4 años
    Pero también el que no existe muere
  • Karla Sandoval Osiocompartió una citahace 4 años
    Esa exhortación, ese engaño, ese tono anónimo, ecuménico y claustral podía servir para cualquiera. En la última línea me abrazaba con afecto: una frase formal, un gesto inerte. Nunca nos abrazamos, ni habían sido costumbre entre nosotras las palabras de afecto. Su nota era, en cierta manera, un sermón, me atribuía ciertas cualidades y, a la vez, cierta inclinación a la destrucción. No conservé esas dos hojas como una reliquia, ni las desgarré en la inquieta y sombría primavera, arrojándolas al vacío. Durante algún tiempo me acompañaron en un bolsillo, luego se ajaron, el papel se estropeó, se rompió, la tinta se borró. Las palabras de Frédérique se encaminaron a la inhumación. Podríamos marcar ciertas palabras con una cruz y una etiqueta de inventario.
  • Karla Sandoval Osiocompartió una citahace 4 años
    Había aprendido a copiar su caligrafía, ejercitándome con paciencia, hasta perfeccionar la perfección, en el rigor de la falsedad.

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