Cuando el niño se hizo mayor empezó a anhelar tener a alguien propio, alguien a quien pudiera inspirar miedo cuando quisiera, como quisiera, alguien a quien pudiera tener escondido, alguien a quien nadie echase nunca de menos. Sabía que no sería fácil encontrar a una persona así, pero estaba convencido de que si buscaba bien terminaría encontrándola. Mientras buscaba halló un modo de satisfacer sus anhelos. ¿Sabes qué hizo? —yo negué con la cabeza, atónita—. Se hizo abogado, especializado en casos de violencia doméstica. ¿Y sabes qué hizo después? —se inclinó hacia delante y me acercó la boca al oído—. Se casó contigo, Grace.