Y la flor, abierta como una boca que grita. Muda de sentido en su belleza.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Ese olor a amoníaco que agrede las narinas y el espíritu. “Ese no es olor a pescado”, dice a veces, tímida. El pescado tiene olor a mar. Se pregunta si entonces nosotros tendremos olor a tierra.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
–Sabés, Teresa, alguien dijo que hay que mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
Después miramos las rosas.
Era verdad, estaban como contentas, pero no se lo dije.
Lo negué hasta el final.
Al día siguiente habían muerto.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Las tres como las ponía María, mirando hacia el afuera, equidistantes. Como la fila de un teatro imaginario que mira el espectáculo del viento en los aromos.
De repente veo que en este orden no hay nada humano, ni siquiera fantasmas. Ahora estoy más sola
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Él no necesitaba apoyarse en nada, su cuerpo tenía una solidez como de montaña.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
En los días que siguieron ocurrió lo que ocurre en estos casos: el nombre de Odessa quedó flotando por toda la casa, acomodándose en su rincón del sillón verde, buscando el cuadradito móvil de sol a la mañana.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Mi padre era la única persona con la que hubiera podido hablar. Hablaba poco y hacía preguntas que se podían responder con monosílabos, pero si yo hubiera tirado de alguna de sus frases cortas habría podido, tal vez, desovillar una conversación.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Mi olvido tenía la forma exacta de mi hermano.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
Sé que los esquimales, de tanto ver la nieve, pueden distinguir y nombrar más de diez tipos de blanco. Yo aprendí a distinguir muchas formas diferentes de silencio, pero a diferencia de los esquimales, no las nombré.
Alicia M. Marescompartió una citahace 2 meses
“¿Qué estudios?”, le pregunto. “Una biopsia”, responde. Tengo miedo. Siento lo que está al acecho, y una certidumbre parecida a la de que al día lo sucede la noche, una especie de vértigo.