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Julia Quinn

El Diario Secreto De La Señorita Miranda Cheever

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  • Pamela Mgal.compartió una citahace 4 años
    fiesta. No había forma de que Turner pudiera librarse educadamente, y para ser honestos
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —Y opino que es tan atractivo —continuó su abuela—. ¿No lo crees así? Por supuesto que lo crees. Después de todo, la suya no es la clase de cara que algunos piensan que es bien parecido y otros no. La suya es de la clase que cualquiera encuentra atractiva. ¿No estas de acuerdo?
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —Entonces, ¿quién?

    —No puedo decírtelo —dijo Miranda, quebrándosele la voz—. Fue... fue alguien totalmente inadecuado... No... no sé en qué estaba pensando pero, por favor, no vuelvas a preguntarme. No quiero hablar de ello.

    —Está bien —dijo Olivia, evidentemente dándose cuenta que sería imprudente presionarla más—. No te lo volveré a preguntar, te lo prometo. Pero, ¿qué vamos a hacer?

    Miranda no pudo evitar sentirse algo animada por el uso de la palabra vamos.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —Livvy, ¿qué estás haciendo aquí? —Preguntó Miranda mientras se apresuraba a entrar en la salita donde la esperaba su amiga—. ¿Hay alguien herido? ¿Pasó algo malo?

    —Para nada —respondió Olivia animadamente—. Sólo he venido a recobrarte. En Londres se te necesita desesperadamente.

    El corazón de Miranda comenzó a latir erráticamente.

    —¿Quién?

    —¡Yo! —Olivia entrelazó el brazo con el de ella y la llevó hacia la sala de estar—. Santo Dios, soy un completo desastre sin ti.

    —¿Tu madre te dejó abandonar la ciudad en medio de la temporada? No puedo creerlo.

    —Prácticamente me empujó por la puerta. Desde que te fuiste me he comportado horriblemente.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —Miranda, yo quería que fuésemos amigos.

    Ella sacudió la cabeza. ¿Había palabras más crueles en la lengua inglesa?

    —No es posible.

    —¿Por qué no?

    —No puedes tener ambas cosas. —Continuó Miranda, usando cada onza de energía para evitar que le temblase la voz—. No puedes besarme y luego decirme que quieres que seamos amigos.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Le era imposible mantener la mente concentrada en un libro lo suficiente como para de verdad leer uno, pero puesto que tendría que mirar las letras en la página de vez en cuando, se figuró que bien podría elegir algo acorde con su humor.

    Una comedia la habría hecho llorar. Una historia de amor, que dios la perdonase, la habría hecho desear morir en el instante.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Hay a menudo una ventaja en la subestimación.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Conocía su olor. Conocía el sonido de su aliento.

    Sabía cómo se sentía el aire a su alrededor cuando estaba cerca de él.

    Y fue entonces cuando supo, con total seguridad, que aquello era amor.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —Miranda, ¿por qué deberían permitirle la entrada en una librería de caballeros? Usted ni siquiera puede votar.

    Su explosión de indignación fue colosal.

    —Y eso es otro punto...

    Turner se dio cuenta rápidamente que había cometido un error táctico.

    —Olvide que mencioné el derecho al voto. Por favor. Iré con usted a comprar el libro.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —¿No cree que es una equivocación —Miranda continuó ferozmente, retornando a su diatriba y dirigiéndose a él—, que no pueda hacer compras en cierta tienda simplemente porque soy una mujer?

    Él le sonrió perezosamente.

    —Miranda, hay ciertos lugares donde las mujeres no pueden ir.

    —No pretendo entrar en uno de sus preciosos clubes. Solamente deseo comprar un libro. No hay nada remotamente inapropiado en ello. Es una antigüedad, por Dios Santo.

    —Miranda, si ese caballero es el propietario de esa tienda, puede decidir a quién venderá y a quién no.

    Ella cruzó los brazos.

    —Bien, quizás no debería ser consentido. Quizás debería existir una ley que diga que los libreros no pueden impedir la entrada a las mujeres en sus establecimientos.

    Él le levantó una irónica ceja.

    —¿Usted no ha estado leyendo a esa Mary Wollstonecraft, o sí?

    —¿Mary quién? —preguntó Miranda con una voz distraída.

    —Bien.

    —No cambie de tema, por favor, Turner. ¿Concuerda o no con que debo comprar ese libro?
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