—Eres patéticamente humano, hijo. Lo leo en tu mirada. Esto es lo que esa criatura ha hecho contigo... ¿y aún osas suplicarme por su vida?
La voz de Ashran era peligrosa y amenazadora, y sus ojos relampagueaban con una furia tan terrible como la ira de un dios. Pero Christian no apartó la mirada, ni tampoco le tembló la voz cuando dijo:
—La amo, padre.