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Libros
Stella Gibbons

La hija de Robert Poste

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Qué fue eso tan malo que Amos le hizo a mi padre, Robert Poste? ¿Y cuáles son esos «derechos» míos, de los que Judith me solía hablar? Me pareció que no debía dejarla marchar de viaje sin preguntárselo
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Pero entonces levantó la vista y se fijó en el anodino reflejo de aquella ventana cerrada que se encontraba inmediatamente por encima de la puerta de la cocina, y el rostro de Flora volvió a torcerse en un gesto meditabundo. Era la habitación de la tía Ada. La vieja aún estaba allí, luchando hasta el final en aquella batalla que sabía perdida. La tía Ada, el espíritu de Cold Comfort, estaba siendo acosada con violencia, pero aún no se había rendido. ¿Y acaso podía ella, Flora, realmente, congratularse por el trabajo realizado en la granja, y presumir de que el final de dicha tarea ya estaba cercano, mientras la tía Ada Doom aún se encastillaba allí arriba, en su torre
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    como psicoanalista del Estado procurar eliminar las fijaciones de sus pacientes en objetos dolorosos en los que éstos se hallaban reconcentrados, y enfocar la obsesión de los enfermos sobre la propia figura del terapeuta
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Reuben en los últimos quince días. Valía tres arrobas más que cualquiera de los otros varones Starkadder. Era verdaderamente muy agradable, y muy amable también, y alguien dispuesto a aprender cualquier cosa de cualquiera que pudiera ayudarle a mejorar las condiciones de la granja. Nunca había olvidado que fue ella quien le sugirió a Amos que debería abandonar el lugar y emprender un viaje apostólico de predicación; fue una operación magistral que había dado como resultado —después de que el propio Reuben hubiera insistido en los sentimientos de su padre para que éste admitiera de buen grado los consejos de Flora— que Reuben entrara por fin en posesión de la granja; y por ello le estaba profundamente agradecido
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Vi algo sucio en la leñera!!! —gritó repentinamente la tía Ada, golpeando a Judith con el Boletín Semanal de Productores de Leche y Guía de Ganaderos de Vacuno—. ¡Una cosa muy sucia! ¡Apártate! Sois todos malvados y crueles. Lo único que queréis es iros y dejarme sola en la leñera. ¡Pero nunca lo conseguiréis! ¡Ninguno de vosotros! ¡Nunca! Siempre habrá un Starkadder en Cold Comfort. Tenéis que quedaros todos aquí, conmigo, todos… Judith, Amos, Micah, Urk, Luke, Mark, Elfine, Caraway, Harkaway, Reuben y Seth. ¿Dónde está Seth? ¿Dónde está mi pequeño…? Ven… ven aquí, Seth
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Es el registro familiar; la abuela lo hace todos los años. Verás… todos nosotros, los Starkadder, somos una gente algo… problemática. Nos tiramos los unos a los otros a los pozos. Algunos se mueren nada más nacer. Y hay otros que se mueren por la bebida o que se vuelven locos. Y es que somos un montón, nosotros, digo. Es difícil llevar la cuenta. Así que una vez al año la abuela baja y hace una reunión, que llamamos el Recuento, y ella nos cuenta a todos, para ver cuántos de nosotros nos hemos muerto en el último año
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Pero verás —continuó Flora—; es que está bastante gordo. Siempre me han dado mucha pena los gordos. Y no tengo valor para decirle que es por eso por lo no le dejo que me bese. Él cree que es porque soy una reprimida
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    El sufrimiento purifica nuestro espíritu
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Te digo que tengo que bajar… Quiero que estéis todos ahí abajo… Todos: Micah, y Urk, y Ezra, y Harkaway, y Caraway, y Amos, y Reuben y Seth. Sí, y también Mark y Luke. Ninguno puede marcharse jamás de aquí. Niña, dame mi camisa…
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    La mayoría de los hombres jóvenes se espantan cuando se enteran de que una joven escribe poesía. Admitir que una escribe poesía, unido a un corte de pelo descuidado y un modo de vestir excéntrico, puede resultar casi fatal
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