Librerías

Una librería es ese lugar gratuito y perfecto que no puede servir para nada.
CLAUDE ROY, El amante de las librerías

Intento tratar a los libros como ellos me tratan a mí, es decir, de hombre a hombre. Los libros son personas, o no son nada. [...] En cuanto se quiere encontrar una utilidad utilitaria a la literatura se la ve languidecer, encogerse y perecer. Una librería es ese lugar gratuito y perfecto que no puede servir para nada.
CLAUDE ROY, El amante de las librerías

quienes diseñaron los mayores sistemas de control, represión y ejecución del mundo contemporáneo, que quienes demostraron ser los más efectivos censores de libros, eran también estudiosos de la cultura, escritores, grandes lectores, en fin: amantes de las librerías

La fiesta vigilada donde Ponte dibuja con más precisión la topografía torturada de la ciudad castrista, capital del «parque temático de la Guerra Fría».

calle Obispo de la ciudad vieja se podían comprar libros en ruso

librería comunista de la calle Carlos III de La Habana donde el futuro comandante y represor Fidel Castro compró los dos libros capitales de su vida: El manifiesto comunista y El Estado y la Revolución, de Lenin

la cadena Xinhua, que posee monstruos como el Beijing Book Building, en el cruce de dos líneas de metro y con trescientos mil volúmenes repartidos en cinco plantas.

pero fue en 1920, al tiempo que se convierte en librero, cuando comienza a llamarse a sí mismo comunista. Cuarenta y seis años más tarde impulsó la Revolución Cultural, uno de cuyos frentes fue el incendio de libros

Mein Kampf no sólo convirtió a Adolf Hitler en el autor del bestseller por excelencia de la Alemania de los años treinta, millonario gracias a los derechos de autor, sino que también lo hizo sentirse escritor, pues ésa es la profesión con que rellena la casilla correspondiente de sus declaraciones de la renta desde 1925.

Poco antes había enviado a su hija Christina, entonces veinteañera, a la Rusia estalinista a la zaga de saldos. La expedición rusa fue un éxito, no así el intento germánico, pues Hitler siguió quemando libros sin intención alguna de venderlos.