El hombre que había desmontado caminó hacia ellas a grandes zancadas. Era muy alto y junto a Iria lucía imponente. Ella prácticamente tenía que correr para seguirle el paso. Sus pantalones negros estaban cubiertos de polvo y sus ojeras hacían juego con las de Iria, pero el rostro era franco y amistoso.
—Te presento a Emelina y Olivia Flores, reinas de los ruinos —dijo Iria—. Quiero que conozcan a August Santana, príncipe de Olso.
Em lo miró con suspicacia. ¿Qué hacía en ruina el príncipe más joven de Olso?
—¿Reinas? —preguntó August con una amplia sonrisa—. Eso es inusual. Me gusta —inclinó la cabeza dándose un golpecito en el pecho: la manera tradicional de saludar a un miembro de la realeza ruina. Em permaneció unos momentos sin saber qué hacer, estupefacta ante la muestra de respeto.
Se recuperó y rápidamente entrelazó los dedos, se los puso debajo de la barbilla e hizo una gran reverencia. Su madre le había enseñado la manera apropiada de saludar a la familia real de Olso. Le dedicó un rápido agradecimiento a la Em del pasado por haber prestado atención. Olivia permaneció rígida.
—¿También a mí me da gusto conocerlo? —dijo Em, sin poder evitar que su frase sonara a pregunta.
August parecía contento con la confusión. Su piel era más clara que la de ellas y su cabello, dorado. Era de complexión ancha y musculosa; probablemente doblaba a Em en tamaño. Por lo general, cuando ella se enfrentaba a un hombre así, mantenía una mano cerca de la espada; sin embargo, su expresión era tan relajada y amistosa que no lo creyó necesario.
Eso hizo que quisiera tomar su espada todavía con más intensidad. Estaban tan cerca uno de otro que ella podía tomar el arma y tenerla en el pecho de él en menos de cinco segundos.
Resistió el impulso y devolvió la sonrisa.
—Esto es inesperado.
—Cuando rechazaron la invitación del rey para visitar Olso, mi hermano pensó que lo mejor sería venir por ustedes —dijo él soltando una risita.
—Estábamos ansiosas por llegar a casa —respondió Em.
—Entiendo. Vine a hablar de nuestra alianza. ¿Están dispuestas a comenzar esa discusión?
—Desde luego.
August miró a Olivia como si esperara que también dijera algo, pero ella permaneció en silencio.
August carraspeó.
—¿Está bien si acampamos por allá?
—Sí —Em volteó, dedicó un gesto a Mariana para que se les uniera y agregó—: Mariana se encarga de nuestras relaciones con extranjeros. Ella les ayudará a instalarse.
Mariana asintió con la cabeza y saludó a August.
—¿Puedes darle una de las cabañas al príncipe August, por favor? —pidió Em.
—No hace falta —dijo él—. Estaré perfectamente a gusto en mi tienda.
—Por favor —dijo Em—. No es gran cosa, pero será más cómoda que el suelo.
—Si es así, gracias —dijo August, y con una amplia sonrisa añadió—: estoy deseoso de que podamos charlar un poco más.