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Libros
César Vallejo

El tungsteno

El tungsteno, novela del peruano César Vallejo, fue publicada por primera vez en España en 1931 y reeditada en Perú en 1957. Para la década de los treintas el mundo entero se estremecía y en el Perú, que aparentemente no tenía nada que ver con el conflicto bélico mundial, se encontraban grandes yacimientos de tungsteno, un duro metal gris que se utiliza para la fabricación de aceros para la industria armamentista. Eso permitió que se lo incluyera en la lista de productos de mayor demanda por parte de las grandes potencias. Sin duda alguna César Vallejo toma una posición que denuncia el papel no solo de las compañías norteamericanas en América, sino la complicidad de las autoridades civiles, militares y religiosas alrededor de la explotación de minas. La novela puede ser considerada una mezcla de varias vertientes: el indigenismo, que se abría paso en América tanto en la literatura como en las artes plásticas; lo social, pues se denuncian los atropellos que sufren los menos favorecidos a manos de quienes detentan el poder económico; y lo político, en tanto se reivindica la lucha de clases como una opción para vencer esos atropellos y alcanzar el equilibrio social con la dictadura del proletariado.
151 páginas impresas
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Elibros

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Opiniones

    Jośe Carrasco Amadorcompartió su opiniónhace 2 años
    👎Olvídalo

Citas

    Jośe Carrasco Amadorcompartió una citahace 2 años
    Así es que usted cree que la fuerza de un hombre, su valor, ha sido creada para invertirla en echar abajo a otro hombre?... ¡Magnífico! A mí me parecía que el valor de un individuo debe servirle para trabajar y hacer la riqueza colectiva, y no para usarlo como arma ofensiva contra los demás
    Patriciacompartió una citahace 3 años
    –¡Pobres soras! Son unos cobardes y unos estúpidos. Todo lo hacen porque no tienen coraje para defender sus intereses. Son incapaces de decir no. Raza endeble, servil, humilde hasta lo increíble. ¡Me dan pena y me dan rabia!
    Patriciacompartió una citahace 3 años
    Pero si los mismos soras tienen la culpa. Son unos zonzos. Si les dan el precio, bien; si no les dan, también. Si les piden sus chacras, se ríen como una gracia y se la regalan en el acto. Son unos animales. ¡Unos estúpidos! ¡Y más pagados de su suerte!... ¡Que se frieguen

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