—Me encanta que hagas eso —murmura Jase—. Anda, mira, ¿eso no es una estrella fugaz? Puedes pedir un deseo, ¿verdad?
—Eso es un avión, Jase. ¿Ves la luz roja detrás?
—¡Jesús! Eso por hablar de cosas vergonzantes.
Me río y me inclino para darle un beso en el cuello.
—Si quieres, puedes pedir un deseo al avión.
—Con un avión no es tan emocionante —replica, acercándome hacia sí—. Además, ¿qué más podría desear?