Con ganas de escribir un nuevo capítulo de su historia, esa misma noche telefoneó al capitán Denvignes al Palacio de Orsay. No la conocían. Mata-Hari no perdió la esperanza, como lo explicaría en el interrogatorio del 1 de marzo:
Después de muchas dificultades, telefoneé al Ministerio de la Guerra donde me dieron la misma respuesta. Cansada de la guerra, me vestí y fui a comprobarlo por mí misma. Me presenté en el número 282 del bulevar Saint Germain. Pregunté a los guardas que estaban en la entrada y me dijeron que ellos no conocían a ningún coronel Denvignes. Yo les supliqué que hicieran venir a algún oficial. Vino entonces un sargento o capitán, mayor que yo, quien se limitó responderme: «Ah, sí, el agregado militar, pero se va esta misma noche a Madrid».
Como quería ver al coronel a toda costa, me desplacé a las 9 hasta la estación de Orsay. Pero el revisor me impidió la entrada en los andenes.
Me dirigí entonces al despacho de los controladores de la compañía de coches cama, y allí escribí una pequeña nota para el coronel, en la que le decía que deseaba verle urgentemente y le pedía que me esperara en la puerta del vagón de la estación de Austerlitz, donde sí pude acceder al andén con un billete de cercanías.