Su letra, en vez de palabras, que su pie en el polvo trazó,
650de indicio amargo de su cuerpo mutado actuó.
“Triste de mí”, exclama el padre Ínaco, y en los cuernos
de la que gemía, y colgándose en la cerviz de la nívea novilla:
“Triste de mí”, reitera; “¿Tú eres, buscada por todas
las tierras, mi hija? Tú no encontrada que hallada
655un luto eras más leve. Callas y mutuas a las nuestras
palabras no respondes, sólo suspiros sacas de tu alto
pecho y, lo que solo puedes, a mis palabras remuges.