Entre los rotos

Lo peor: la confusión. No poder adivinar si algo va a destruirte y cuánto tiempo le tomará.

Hay cosas que sí tengo claras y que decido no cambiar. Yo sé que crecí dividida entre bandos y que mi forma de plantarme en el mundo es una constante negociación entre dos polos. Conveniencia. Sumas y restas. Hoy elijo estar aquí. Mañana seguramente estaré allá

Entre los rotos nos reconocemos fácilmente. Nos atraemos y repelemos en igual medida. Conformamos un gremio triste y derrotado. Somos la aldea que se fundó junto al volcán, la ciudad que se alzó sobre terreno inestable. Todos los días son el día del gran terremoto. Se vendrá abajo nuestro pueblo. De un momento a otro desaparecerá de la faz de la Tierra

Es importante tener un cómplice. No es indispensable, pero parece buena idea contar con alguien que también provenga de aquel lugar. Ojos que conocieron la misma guerra, que perdieron la misma patria.

ella emitía juicios sobre casi todo, como quien sabe de lo que habla. La mayoría de las veces resultaban atinados o por lo menos interesantes. La pizza sabe mejor fría. La gente que creció con sus abuelos es más noble.

Nunca le pregunté, sin embargo, cuál era su opinión sobre mí.

Opinión: juicio, idea, observación. Opinar sobre algo es apropiárselo.

Los que crecimos anticipando el desastre inminente aprendimos a identificar a los árboles de raíces firmes, y nos aferramos a ellos como si en sus ramas pudiéramos fundar nuestro nuevo hogar.

Los que crecimos anticipando el desastre inminente aprendimos a identificar a los árboles de raíces firmes, y nos aferramos a ellos como si en sus ramas pudiéramos fundar nuestro nuevo hogar

La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdida, la familia. Un esposo puede ser un buen cómplice. Un hijo también llega a serlo. Al perro le hace falta el don de la palabra. Pero el papel de cómplice primordial está reservado para el hermano, único testigo verdadero de la masacre.

Ni llorarle. Ya había sufrido suficiente por culpa suya

La gente ve alegría y no imagina que detrás de una sonrisa puedan acechar fantasmas: el miedo, la turbación, viejos monstruos trasnochados