Mirarse de frente

la idea de que los hombres, por naturaleza, se toman en serio sus cerebros, mientras que las mujeres, por naturaleza, no, es una creencia, no una realidad; esta idea está al servicio de la cultura imperante; y nuestras vidas parten de esa base

El placer y la tranquilidad residen precisamente en la velocidad con la que se establece la conexión y luego se pierde. No hace falta aferrarse: la conexión es genérica, no concreta, surge otra justo después de ésta

La obsesión por evitarnos a nosotros mismos se volvió denigrante. Nuestras propias emociones pasaron a ser el enemigo. En torno a todo sentimiento brotaba una coraza protectora. Cuanto más gruesa se hacía, más se arrugaba la carne de dentro. Joven y sana, me sentía enterrada viva.

El matrimonio promete intimidad; cuando no consigue proporcionarla, el vínculo se destruye

Desde el primer momento me dejé impresionar por su manera de estar en el mundo, me descolocaba para luego volver a atraerme y, cuando volvía a por más, sentía renovada la energía de la vida.

—Aquí la gente es así —dijo amargamente—. A nadie le interesa nadie. No piensan nada más que en sus propias miserias.

Comprendí, como por primera vez, que la depresión diaria te come la energía; sin energía la vida interior se evapora; sin vida interior no hay vivacidad; sin vivacidad no hay trabajo. Una vida sometida a la depresión diaria está condenada a la mediocridad.

Miré entonces lo que me rodeaba, mi vida, y comprendí que ni por asomo había aprendido a vivir sola. Lo que había aprendido era a planear estrategias; a tenderme hasta que remitiera el dolor, a evadirme, a pasar de largo. No estaba ahogándome pero tampoco nadaba. Estaba haciendo el muerto, lejos de la orilla, esperando a que me salvaran.

incapacidad perenne para tomarme en serio como trabajadora: aquél sí que era el dilema central en la existencia de una mujer.

Dos hombres de veintipico años, delgados y bien vestidos, pasan rozándome, mientras uno le dice acelerado al otro: «Tienes que reconocerle el mérito. Ha conseguido hacerse un nombre a pesar de venir de la nada, ¡de la nada absoluta!»