—Sara, yo... Dios, no sabes el miedo que he pasado —le confesó
—, creí que te había perdido. Lo que escuchaste, no... Lo siento, lo siento de verdad, Sara. Tú eres toda mi vida. Sé que no te merezco, pero si eres capaz de perdonarme, te juro que no te defraudaré nunca más. Te amo tanto —sollozó, cayendo de rodillas ante ella.