Conocer a una mujer

volaban de jardín en jardín con una especie de alegría desbordada. Aunque Yoel sabía que los pájaros no vuelan por alegría sino por otras razones.

Por deformación profesional, leyó cuatro veces seguidas las instrucciones, antes de darse cuenta de que no era necesario destruir el folleto después de aprendérselo.

Por qué no se había enamorado de ella, lo había dejado todo y la había seguido para siempre. Pero ya había pasado la ocasión y ahora era demasiado tarde.

Tenía el convencimiento de que solo había en el mundo algo peor que el uso de la violencia, y era rendirse a la violencia.

tal vez por eso renunció a la idea del libro. La sabiduría que había atesorado durante sus años de trabajo le parecía trivial: eso es lo que quieren las personas. Quieren lo que no tienen y lo que no les será dado tener. Y lo que tienen, se lo toman a la ligera.

lo largo de los años se había ido convenciendo de que la vergüenza y el orgullo son en general impulsos más fuertes que otros famosos impulsos de los que se ocupan con frecuencia las novelas. Las personas arden en deseos de fascinar o hechizar al prójimo para llenar alguna carencia. A esa carencia tan común Yoel la llamaba amor.