«Termino la lectura del manuscrito de Vir y algunas de sus cicatrices se han adherido en mi piel. Estaban ahí, quizás, desde antes. Miento si desconozco su familiaridad. Son escenas de la(s) vida(s) cotidiana(s) narradas con lengua filos(of)a y deseante. Historias de lo propio que son simultáneamente de otres. Un relato testimonial que se convierte en ojo-voz-letra testigo de lo que ya es im-propio. Impropio porque esas huellas biográficas de los riesgos de no morir no le pertenecen entera ni únicamente a le autore. Pero impropio, también, porque son historias incómodas, de alguna manera inapropiadas, húmedas de llantos y de orgasmos lamidos, a veces, en soledad, a veces, en manada. Memorias de los dolores, de los silencios pero también de las fugas, de las conspiraciones y de las comunidades que fundamos para cobijarnos y celebrarnos en ese exilio buscado de esa humanidad que —como dice Susy Shock— ya no queremos ser» (Catalina Trebisacce).