Bajo la puerta de los susurros

—Siempre hay una primera vez.

Tal vez fue porque las estrellas refulgían y se extendían hasta el infinito en el cielo.

No eran una familia pródiga en muestras de afecto. Como máximo, su padre le estrechaba la mano y su madre le daba un apretón en el hombro cuando estaban complacidos con él.

El ocaso refulgía con fuerza. Wallace lamentó no haber dedicado más tiempo a alzar la mirada al cielo

Cuando ya no esté —dijo Wallace—, por favor no me olvides

Wallace nunca se había sentido tan vivo.

Sí, pensaba que tal vez había sido alguien después de todo, una lección sobre lo inesperado.

Necesito hacer esto —dijo Wallace sin rodeos—. Y quiero que sea contigo.

—Ni idea. ¿A que es maravilloso?

—Ni idea. ¿A que es maravilloso?

—¡Porque estoy muerto! —gritó Wallace