La hojas de este libro se erizan y agitan como señal de venidera desgracia. Una noche insoportable de verano cuatro amigos deciden “tomar prestada” a una pigmea maliciosa sin otro móvil que el de satisfacer el apetito de sus propias entrañas. Ese podría ser el quid de esta enternecedora historia que fue tecleada durante los noventas y que por muchos años permaneció clandestina, a la espera de un editor con suficientes cojones. Entre malvado bandido, el autor nos entrega un texto crudo, sicalíptico y desublimado, un guión obtuso que bien puede tomarse como un sampleo de parafilias, bien como un catálogo de plagios estratégicamente seleccionados. No es una novela experimental, ni erótica, ni siquiera rosa… es una historia de ciencia micción que— a chorros— nos escupe excreciones e ivectivas y por la que desfilan perosnajes de la talla de Moravia, Baudelaire, Sade, Apollinaire, Louÿs, Jodorowsky y Serrano Limón. Y si alguna lección se puede sacar este libro, esa sería que en las historias de amor nadie usa calzones. Pero claro, ya se sabe, las contartapas siempre engañan.