Libros
Emmanuel Lévinas

Ética e infinito

"Ética e infinito" recoge las conversaciones mantenidas entre Emmanuel Lévinas y Philippe Nemo, a través de las cuales podemos tener una idea resumida pero muy completa del pensamiento del filósofo. La edición se acompaña con una introducción y abundantes notas de Jesús María Ayuso Díez, traductor del texto.

Me pregunto si se puede hablar de una mirada vuelta hacia el rostro, pues la mirada es conocimiento, percepción. Pienso, más bien, que el acceso al rostro es de entrada ético. Cuando usted ve una nariz, unos ojos, una frente, un mentón, y puede usted describirlos, entonces usted se vuelve hacia el otro como hacia un objeto. ¡La mejor manera de encontrar al otro es la de ni siquiera darse cuenta del color de sus ojos! Cuando observamos el color de los ojos, no estamos en relación social con el otro. Cierto es que la relación con el rostro puede estar dominada por la percepción, pero lo que es específicamente rostro resulta ser aquello que no se reduce a ella.

Ante todo, hay la derechura misma del rostro, su exposición derecha, sin defensa. La piel del rostro es la que se mantiene más desnuda, más desprotegida. La más desnuda, aunque con una desnudez decente. La más desprotegida también: hay en el rostro una pobreza esencial. Prueba de ello es que intentamos enmascarar esa pobreza dándonos poses, conteniéndonos. El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo, el rostro es lo que nos prohíbe matar.
112 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2015
Año de publicación
2015
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Citas

  • Cinthia Del Bosquecompartió una citahace 5 años
    La necesidad que el otro hombre padece no la vivo, humanamente, como objeto de percepción o de análisis económico, sino como demanda, mejor dicho, como exigencia de auxilio.
  • Sergio Castrocompartió una citahace 13 horas
    En este equívoco se perfila la amenaza de la presencia pura y simple, del hay. Es imposible, ante esa invasión oscura, envolverse en sí, entrar en su concha. Se está expuesto. El todo está abierto sobre nosotros. En lugar de servir para nuestro acceso al ser, el espacio nocturno no nos entre al ser. (...) El roce del hay es el horror.» (DEE, pp. 94-98.) (N. del T.)
  • Sergio Castrocompartió una citahace 13 horas
    «(...) podríamos decir que la noche es la experiencia propia del hay. Cuando las formas de las cosas se han disuelto en la noche, la oscuridad de la noche –que no es un objeto ni la cualidad de un objeto– invade como una presencia. En la noche a la que estamos clavados, no tratamos con ninguna cosa. Pero esta ninguna cosa <“rien”> no es una pura nada <“néant”>. Ya no hay ni esto ni aquello; no hay “algo”. Pero esta universal ausencia es, a su vez, una presencia, una presencia absolutamente inevitable. No es la pareja dialéctica de la ausencia y no la captamos por un pensamiento. Está inmediatamente ahí. No hay discurso. Nada nos responde, pero este silencio, la voz de este silencio es oída y espanta como “el silencio de esos espacios infinitos” de que habla Pascal. Hay en general, sin que importe lo que haya, sin que pueda ser adherido un sustantivo a ese término “Hay”, forma impersonal, como llueve o hace calor. Anonimato esencial. El espíritu no se halla frente a un exterior aprehendido. El exterior –si mantenemos este término– permanece sin correlación con un interior. Ya no es dado. Ya no es mundo. Lo que llamamos el yo está, él mismo, sumergido por la noche, invadido, despersonalizado, ahogado por ella. La desaparición de todas las cosas y la desaparición del yo remitente a lo que no puede desaparecer, el hecho mismo del ser en el cual se participa, guste o no guste, sin haber tomado la iniciativa, de modo anónimo (...) Hay el espacio nocturno, pero ya no es el espacio vacío, la transparencia que, a la vez, nos distingue de las cosas y nos permite acceder a ellas, por la que estas nos son dadas. La oscuridad la llena como un contenido; es pleno, pero pleno de nada <“néant”> del todo. ¿Podemos hablar de su continuidad? Ciertamente es sin interrupción. Pero los puntos del espacio nocturno no se refieren unos a otros, como en el espacio iluminado; no hay perspectiva, no están situados. Es un hormigueo de puntos (...) La ausencia de perspectiva no es puramente negativa. Se convierte en inseguridad (...) La inseguridad no procede de las cosas del mundo diurno que la noche esconde; se debe precisamente al hecho de que ninguna cosa se aproxima, de que ninguna cosa viene, de que ninguna cosa amenaza: ese silencio, esa tranquilidad, esa nada de sensaciones constituyen una sorda amenaza indeterminada, absolutamente. (...)

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