Libros
Boris Quercia

Electrocante

Natalio y su electrocante —un compañero androide, también llamado «tronco»— recorren la City haciendo el trabajo sucio que le corresponde a un policía Clase 5. La ciudad está colapsada por la ola de inmigrantes y disidentes que llegan desde la Ciudad Vieja y las órdenes son terminar con ellos como sea. En uno de estos operativos, Natalio pierde a su tronco cuando un disidente le vuela la cabeza con una bomba imán. Natalio, entonces, se ve obligado a comprar un electro de segunda mano, un modelo antiguo que nadie quería y que estaba almacenado al fondo de la tienda. No sabe por qué, pero hay algo en este modelo que le cae simpático, quizá sean las anomalías que desde un principio presenta el electrocante en su desempeño. Con el paso de los días, entre los dos se irá forjando un sentimiento que se parece mucho a la amistad, porque, como dice la tercera Ley de Rostik, «las anomalías se buscan y se encuentran». Natalio también se siente un ser anómalo en un mundo que poco a poco pierde su humanidad.
Mientras trabajan juntos en un caso de suplantación de identidad en la factoría de Sueños Especiales, Natalio se da cuenta de que no es solo su electrocante el que presenta anomalías. Algo no está funcionando bien con las máquinas. Una revolución inimaginada está en camino y tal vez ya es demasiado tarde para salvar a la City de la debacle.
141 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2024
Año de publicación
2024
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Opiniones

  • ripleyrojacompartió su opiniónhace 2 meses
    👍Me gustó

    Grata sorpresa aunque corta la alegría. Se me quedó corto es como que se podía haber desarrollado mucho más y hacer una novela algo más compleja. Tenía potencial para eso.

Citas

  • ripleyrojacompartió una citahace 2 meses
    Me tienen en una sala climatizada de proporciones extraordinarias. Se diría que no termina nunca. Las paredes, piso y techo son de pantallas de DD (Definición Definitiva), en las que cada píxel es la unidad más pequeña de una partícula atómica. Gracias a esto, se produce la sensación de realidad total en una sala que va lentamente y en forma permanente cambiando de aspecto. Da un poco de náuseas y a veces tengo que cerrar los ojos para no marearme. Desde que estoy aquí, esperando a Buda, me ha tocado sobrevolar un lago rodeado de colinas y pinos nevados, atravesar un desierto cubierto de paneles solares y orbitar sobre un satélite de Júpiter. Ahora, por suerte, el paisaje es una noche estrellada sin luna, apenas veo mis manos y no sé distinguir el contorno de las cosas.
    Una brizna de aire me da en la cara, viene de una puerta que se abre al fondo, a una distancia que no puedo definir. Reconozco de inmediato la silueta de Buda, que entra acompañado de los dos operarios. Solo el sonido seco que producen sus zapatos sobre las pantallas del suelo me hace pensar que

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