—Y tú, ¿eres feliz?
Ella se volvió a mirarlo con una sonrisa bailando en sus labios.
—¿Cómo no voy a serlo contigo a mi lado? —Apoyó una mano sobre su pecho y notó el rítmico latido de su corazón—. Te he esperado toda mi vida, James, y ahora estás aquí, conmigo, y me parece un sueño.
Él depositó un suave beso sobre su cabello caldeado por el sol.
—Es real, Vic, y este es el lugar que te corresponde, entre mis brazos, junto a mi corazón.
—¿Y qué harás cuando seas viejo y ya no puedas llevarme en brazos? —le preguntó burlona.
—Oh, no tengo intención de envejecer en mucho, mucho tiempo —replicó con una sonrisa—. Soy un ángel, ¿no lo recuerdas?
—¿Y me querrás entonces, cuando yo haya envejecido?
James tomó su barbilla y le alzó el rostro mientras la miraba con seriedad.
—Te amaré siempre, Victoria. El día que deje de amarte será porque mi corazón ha dejado de latir, y aun así, seguiré amándote desde la eternidad.