James Herriot

Todas las criaturas grandes y pequeñas

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Las divertidas experiencias de un aprendiz de veterinario en la Inglaterra rural de los años treinta.

Desde su publicación, estas memorias han sido el libro de referencia de millones de amantes de la naturaleza. Tiernas, divertidas y embebidas en el ambiente bucólico de la campiña inglesa, son uno de los testimonios escritos más celebrados sobre el amor por los animales, el compañerismo y la vida rural en todo su esplendor.

Cálida, alegre y reconfortante. Un canto a la vida.

Un clásico imprescindible.

Más de 80 millones de ejemplares vendidos.

Ahora también una serie en Filmin.

Cuando el joven James Herriot termina la carrera de veterinaria en Glasgow y acepta su primer trabajo en una pequeña localidad de Yorkshire, no sabe muy bien dónde se está metiendo. Y es que literalmente deberá meterse dentro de una vaca, desnudo de cintura para arriba, en un establo prácticamente a oscuras y a temperaturas glaciares. Esto no lo explicaban sus libros de veterinaria.

Ni tampoco que deberá ganarse uno a uno a todos los granjeros de la comarca.

«Herriot se deleita en la vida, la abraza con sensibilidad y entusiasmo y escribe con gracia. Este es un libro repleto de felicidad.» THE NEW YORK TIMES
Este libro no está disponible por el momento.
288 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2023
Año de publicación
2023
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Opiniones

  • rwmjkl353compartió su opiniónel año pasado
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  • Galocompartió su opiniónel año pasado
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  • Anyi Castillocompartió su opiniónel año pasado
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Citas

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 9 horas
    Pero ningún animal convierte más rápido su alimento en carne que un cerdo y, a las pocas semanas, las simpáticas y rosadas criaturitas se transformaron a una velocidad alarmante en diez señores cerdos. Su carácter también fue a peor. Ya no tenían el menor encanto. La hora de la comida dejó de ser un momento de diversión y pasó a ser una batalla en la que Tristan llevaba cada vez más las de perder.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citaayer
    Cuando a Siegfried se le metía una idea en la cabeza no se andaba con rodeos: la inmediatez era su divisa. No habían pasado ni cuarenta y ocho horas cuando una camada de diez gorrinillos se había aposentado en la cochiquera y doce pulardas de la variedad Light Sussex picoteaban el suelo del gallinero. Siegfried estaba especialmente satisfecho con estas últimas.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citaayer
    Dígame, ¿dónde tienen la caja del efectivo?
    —Bueno, el dinero solemos meterlo ahí, ¿sabe? —Siegfried señalaba la jarra de peltre sobre la repisa de la chimenea—. Caja, lo que se dice caja de dinero no tenemos, pero con eso ya nos apañamos.
    La señora Harbottle miró la jarra horrorizada.
    —Que se limitan a meter... —Cheques y billetes varios rebosaban de la jarra; otros muchos habían caído a la chimenea—. ¿Me está diciendo que cuando se van dejan el dinero ahí todos

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