Cuando duele el amor

la comunicación no es solamente palabra, sino conducta.

cuanto más intentaba controlar lo incontrolable, más enfermaba de una tristeza que se hacía difícil traducir en palabras, pero que se adivinaba en su mirada apagada y que se había adueñado de la expresión de su rostro, cada día más desencajado

lo que parecía una virtud acabó por transformarse en su calvario:

se daba cuenta, en aquel instante, de qué forma tan caprichosa puede a veces esconderse el poder, detrás de tanta inocencia, fragilidad y sutileza.

Pretender que una pareja no sufra ninguna modificación sería un despropósito, un dislate similar a querer que una barca permanezca inmóvil en medio del océano. Las exigencias del entorno obligan a las parejas a repensarse, una y otra vez, con cada oleada y con cada ráfaga de viento, brindándoles oportunidades de adaptación y crecimiento: adaptarse o morir, en términos darwinianos.

Su cuerpo había olvidado lo que era sonreír e incluso llorar.

Las crisis son un pasaporte al crecimiento. Son una transición de la estabilidad al caos y del caos a la evolución.

La pareja es un sistema autogobernado por reglas que se desarrollan, evolucionan y se instauran a través del tiempo por medio de ensayos y errores (Minuchin, 1979

De ninguna manera puede concebirse como la suma de dos personas; es mucho más que eso, si la entendemos como un sistema con componentes que interaccionan, que intercambian no solo palabras, sino ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, ideologías, gustos, y que están dispuestos tácita o explícitamente a negociar en pos de una unidad: la unidad del sistema pareja

Luigi Onnis (1997) hablaba de la «palabra del cuerpo» y Virginia Satir (1972) trabajaba con «esculturas familiares»,