Los galgos, los galgos

El país del humo

Le siguieron Pantalones azules

por fin junto a nada, a la llanura que corre hasta el borde del cielo. A lo lejos, en el aire desapacible e invernal, el monte de Las Zanjas parecía mirarnos, y el copete del espina de Cristo era como un saludo.

por fin junto a nada, a la llanura que corre hasta el borde del cielo. A lo lejos, en el aire desapacible e invernal, el monte de Las Zanjas parecía mirarnos, y el copete del espina de Cristo era como un saludo.

Lisa prefería placeres más tranquilos. Tomaba baños de sol

Lisa prefería placeres más tranquilos. Tomaba baños de sol.

Lisa empezó a pasar los dedos por mi cara, y era como si me la estuviera inventando. Pues ¿para quién tenía yo una cara sino para ella?

No podía creer que fuese mía, tan graciosa y tan seria. Y aunque faltara hasta el revoque ya me parecía perfecta

¿No podía emplear parte de mi herencia en comprarme la madre con todos sus hijos y asegurarles la felicidad en el campo, lejos de ese dueño, de ese patio, de ese destino?

Le traje la taza (como si trajera mi corazón hecho papilla) y bebió en silencio.