Un modo de purificación: rezar a Dios, no sólo en secreto, por lo que toca a los hombres, sino pensando que Dios no existe. Piedad para con los muertos: darlo todo por quien no existe. El dolor por la muerte ajena es el dolor del vacío, del desequilibrio. De ahora en adelante, esfuerzos sin objeto, y, por lo tanto, sin recompensa. Si la imaginación lo suple, rebajamiento. «Deja a los muertos sepultar a sus muertos»[17]. ¿Y no cabría decir lo mismo de la propia muerte? El objeto, la recompensa, se hallan en el futuro. Privación de futuro, vacío, desequilibrio. Por eso, «filosofar es aprender a morir»[18]. Por eso, «orar es como una muerte».