Una muestra de la imprevisibilidad de las reacciones humanas masivas la encuentra Mishima cuando alguna de sus obras «mayores», destinadas al grupo de elegidos, como Confesiones, El rumor de las olas, El templo del pabellón de oro, Nieve de Primavera, etcétera, rompen todos los récords de venta en Japón, y tienen, año tras año una aceptación multitudinaria. Por otra parte alguna de las obras «de acción», que él considera menores, las consideran los críticos y el público discriminativo entre sus obras maestras. Lógicamente son éstas escritas en un lenguaje más llano, las más fáciles de traducir sin que pierdan esencia y por ello las más populares en el extranjero (El marino que perdió la Gracia del mar, Sed de amor, etc.). Los autores rara vez son sus mejores críticos.
Lo más llamativo de esta dualidad de estilos, es que nuestro escritor, tan fragmentado psicológicamente en compartimentos estancos, lleva una especie de doble vida como autor literario. Como persona hemos visto que lleva una «quíntuple vida». Las obras «mayores» las escribe en el estudio de su casa, siempre de madrugada, y para escribir las «menores» no sólo cambia de actitud mental, sino de lugar y horario. Tiene reservada una habitación en el Hotel Imperial de Tokyo, al que por este motivo llama «La cárcel imperial», donde se encierra de vez en cuando dos o tres días seguidos, en los que trabaja casi sin interrupción, día y noche, con unas pocas horas de sueño, despachando de un tirón la obra.