Desatar a la bestia

—¿Se ha puesto rojo? —Marc casi rompió a reír—. Qué ricura.

Caleb volvió a ruborizarse.

—¿Qué otra cosa podía decirte? Mi vida es mucho más bonita cuando estás en ella.

pero es que a nadie más que a ti le concierne la tarea de perdonar.

—Ya no es mi despacho enemigo porque el enemigo se me ha mudado a casa.

—No se puede perder lo que nunca se ha tenido.

—En el fondo me quieres mucho.

—Muy en el fondo.

El problema principal y que arrastraba desde la adolescencia era que no sentía que pudiese conectar con alguien y que los amigos no le sobraban.

»Estoy oficialmente harto de ti, y créeme que me duele porque pensé que después de lo de Victoria podría perdonarte cualquier cosa, pero es que no dejas de joderme. Una y otra vez. Una, y otra, y otra, y otra vez. Y ya me he cansado. Hasta aquí hemos llegado. No me vuelvas a llamar, por favor.

Hay personas a las que no puedes dejar de querer nunca aunque, por suerte, ese amor se puede transformar en algo que te permita seguir respirando.