Así que Nesta abrazó a su hermana con fuerza, con el Tiempo detenido alrededor de ellas.
—Si me muestras cómo salvarla —susurró—, puedes tenerlo de vuelta.
El mundo se detuvo. Mundos más allá del de ellas se detuvieron.
Nesta metió su rostro en el sudor frío del cuello de Feyre. Abrió ese lugar dentro de ella, y le habló a la Madre, al Caldero.
—Te devolveré lo que te quité. Solo enséñame cómo salvarlos… a ella y a Rhysand y al bebé. —Rhysand…, su hermano. Eso es lo que era él, ¿no? Su hermano, que le había brindado amabilidad incluso cuando ella sabía que él hubiera querido estrangularla. Y ella a él. Y él bebe…, su sobrino. Sangre de su sangre. Ella lo iba a salvar, los salvaría a los tres, aunque se lo llevara todo—. Enséñame —suplicó.
Nadie respondió. El Arpa dejó de resonar.
Cuando volvió el Tiempo, el ruido y el movimiento rugieron en la habitación, y Nesta le susurró al Caldero su promesa que se elevó por encima del estruendo.
—Te lo devuelvo todo.
Y una mano suave e invisible le rozó la mejilla a manera de respuesta.