Libros
John Steinbeck

Viajes con Charley

  • Bryan Hernándezcompartió una citael año pasado
    Pensé que podría escribir un poco en ruta, quizás ensayos, probablemente notas y con seguridad cartas. Llevé cuartillas, papel carbón, máquina de escribir, lápices, cuadernos. Y no solo eso, sino también diccionarios, una pequeña enciclopedia y una docena de libros de consulta más, bastante gruesos. Creo que nuestra capacidad de autoengaño es ilimitada. Sabía muy bien que raras veces tomo notas, y que si lo hago, o las pierdo o no puedo leerlas después. Sabía también, con treinta años de profesión, que no puedo escribir en el calor del momento. Tiene que fermentar. He de hacer lo que un amigo llama «darle vueltas» un tiempo hasta que baje
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    cómo puedes explicar que Charley supiese también que se había acabado? Él al menos no es ningún soñador, ningún acuñador de estados de ánimo. Se ponía a dormir con la cabeza en mi regazo, no miraba nunca por la ventanilla, no dijo «Ftt» ni una sola vez, nunca me instó a parar en una zona de aparcamiento. Realizaba sus tareas como un sonámbulo, desdeñó hileras completas de cubos de basura. Si eso no demuestra la veracidad de mi afirmación, nada puede hacerlo
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Mi propio viaje empezó mucho antes de que me pusiera en marcha, y acabó antes de que regresara. Sé exactamente dónde y cuándo terminó. Cerca de Abingdon, en la «pata de perro»18 de Virginia, a las cuatro de una tarde de viento, sin un aviso ni una despedida ni un no molestes más, mi viaje acabó y me dejó empantanado lejos de casa. Intenté llamarlo otra vez, alcanzarlo... una pretensión estúpida y sin esperanza, porque estaba ya definitiva e irremisiblemente acabado y concluido. La carretera se convirtió en una cinta pétrea infinita, las montañas en obstáculos, los árboles en borrones verdes, la gente en meras figuras móviles con cabeza pero sin rostro. Toda la comida a lo largo del camino sabía a sopa, hasta la propia sopa. Ya no hacía la cama. Me metía en ella a dar una cabezada a intervalos largos e irregulares. Tenía la cocina apagada y se me llenó de moho una barra de pan en el aparador. Rodaban los kilómetros por debajo de mí sin que me diese cuenta. Sabía que hacía frío, pero no lo sentía; sé que el paisaje tenía que ser espléndido, pero no lo vi. Atravesé a ciegas Virginia
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Al principio de esta crónica intenté analizar la naturaleza de los viajes, cómo son cosas autónomas, cada uno un individuo y que no hay dos iguales. Especulé con cierto asombro sobre la fuerza de la individualidad de los viajes y me detuve en el postulado de que la gente no hace viajes, de que son los viajes los que hacen a la gente. Pero ese análisis no se adentró en la duración de los viajes. Ésta parece ser variable e impredecible. ¿Quién no se ha dado cuenta alguna vez de que un viaje está ya terminado y muerto antes del regreso del viajero? También es verdad lo contrario: el quemás de un viaje prosiga mucho después de que haya cesado el desplazamiento en el tiempo y en el espacio. Me acuerdo de un hombre de Salinas que hizo un viaje a Honolulú ya en su edad madura y volvió y ese viaje continuó durante el resto de su vida. Le veíamos en la mecedora del porche delantero de su casa, los ojos entornados, semicerrados, viajando interminablemente a Honolulú
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    No he pretendido presentar, ni creo haber presentado, ningún tipo de muestra representativa de modo que el lector pueda decir: «Él cree que ha expuesto un cuadro veraz del Sur». No es así. Sólo he dicho lo que me dijeron unas cuantas personas y lo que vi yo. No sé si esas personas eran representativas o si se puede extraer alguna conclusión. Pero sé que es un lugar con problemas y una gente atrapada en un lío. Y sé que la solución cuando llegue no será fácil ni simple. Creo con monsieur Ci Gît que no hay duda del final. Son los medios... es la terrible incertidumbre de los medios
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Con tantas encuestas y tantos sondeos, con los periódicos publicando más opiniones que noticias, de manera que ya no sabemos diferenciar una cosa de otra, quiero ser muy claro respecto a una cosa
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Hablamos de muchas cosas luego. Era un joven apasionado y elocuente, con angustia y fiereza justo por debajo de la superficie. Pero cuando le dejé en Montgomery se asomó por la ventanilla de la cabina y se rio.
    —Estoy avergonzado —dijo—. Es sólo egoísmo. Pero quiero verlo... Yo... Vivo. ¡Aquí! ¡Yo! Quiero verlo... pronto
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Cogí otro pasajero entre Jackson y Montgomery, un joven estudiante negro de rostro despierto y cuyo aspecto daba una impresión de fiereza impaciente. Llevaba tres plumas estilográficas en el bolsillo del pecho y en el bolsillo interior un bulto de papeles. Supe que era un estudiante porque se lo pregunté. Estaba alerta. La matrícula de Rocinante y mi acento le tranquilizaron todo lo que probablemente podía tranquilizarse.
    Hablamos de las sentadas. Él había participado en ellas, y en el boicot de los autobuses. Le expliqué lo que había visto en Nueva Orleans. Él había estado allí. Había presenciado lo que tanto me había impresionado a mí
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Yo sólo tenía una imagen valerosa de usted dando su vida.
    —Válgame Dios, así que tenía razón. Es usted uno de esos amigos de los negros.
    —No, no lo soy. Y no soy tampoco un amigo de los blancos, si eso incluye a las nobles «animadoras»
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    negro.
    —¿Piensa usted dar la vida antes de tener hijos o después
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