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Libros
Manuel González

Pienso, luego molesto. Siento, luego existo

  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    Quizás podríamos responder que somos tontos, pero felices al fin, sin problemas. Un condicional que, desgraciadamente, hoy se conjuga en presente: los que piensan son escasos y molestan. Por eso muchos se rinden y prefieren no pensar. No interesa la verdad ni conocer el porqué de las cosas, simplemente vivir.
  • Marlennys Beleñocompartió una citahace 3 meses
    «De diez cabezas, nueve embisten y una piensa».

    A. Machado
  • Maricela lojerocompartió una citahace 5 meses
    Thich Nhat Hanh
  • Yascompartió una citahace 2 años
    «De diez cabezas, nueve embisten y una piensa»
  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    «Si el mañana nunca va a llegar, no merece la pena vivir el hoy» (Einstein).
  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    ¡ojo con poner nombre a las cosas, porque luego las palabras crean realidades!
  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    lo mejor es enemigo de lo bueno
  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    El perfeccionista no sabe gozar del éxito. Está dominado por la tiranía del deber,
  • alejandro carmonacompartió una citahace 3 años
    —Profe, es que sus exámenes son muy difíciles.
    —¿Por qué os parecen difíciles? —pregunté.
    —Es que usted nos hace pensar —fue su respuesta.
  • Mario Herrera Ccompartió una citahace 3 años
    Así que, como ya no hay solución a TU problemita, pues te aguantas y te callas, que ya se te pasará, ja, ja, ja…
    CORAZÓN: Tendrás cara… ¡Qué engreído y falso eres! Piensas que porque los dioses te hayan colocado en la cresta del cuerpo ya eres el rey del mambo. Te enrabieta que parte de las neuronas, que consideras de tu propiedad, estén en mi casa y en el bajo vientre. Eres menos inteligente de lo que crees.
    Así estaban las cosas de encendidas cuando me pareció escuchar otra voz que provenía desde la cintura para abajo.
    —¿Quién hay? —pregunté.
    —Soy yo, el sexo.
    —¡Vaya! El que faltaba —murmuré—. Ahora no es el momento, chico. Estate quieto —respondí.
    —No es lo que crees. Hace rato estoy escuchando a esos parlanchines y ya me están cansando. ¿Qué sería de ellos sin mí?
    Al oír esto, los otros, que habían estado callados un minuto, saltaron como una escopeta:
    CEREBRO: ¿Quién te ha dado a ti vela en este entierro?
    CORAZÓN: ¿Por qué interrumpes nuestra conversación?
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