A diferencia de los hábitos, las rutinas son molestas y requieren un esfuerzo decidido. Levantarse temprano para correr cada mañana o meditar 10 minutos cada noche, por ejemplo, son rituales que —al principio— cuesta mantener. Los hábitos, en cambio, están tan arraigados en nuestra vida cotidiana que resulta extraño no hacerlos.