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Libros
Marina Tsvietáieva

Retratos

La escritura de Tsvietáieva abunda en contrastes, extrañas construcciones sintácticas sorpresivas y cortes constantes que la vuelven altamente fragmentaria. Esto evidencia dos cosas, entre muchas. Una: que esa forma es la expresión de su clarividencia, que es errática y no metódicamente ordenada. La coherencia de los textos surge de la continuidad en la percepción de Tsvietáieva que a todo mira con el mismo temple, con la misma sinceridad en los ojos. Uno, como lector, debe aprender a adoptar esta mirada extranjera. La segunda cosa que se evidencia: el Yo. Ciertamente, tantas inestabilidades textuales -queridas voluntariamente— sólo pueden sostenerse por la fuerza implacable del Yo. Es esa persona, femenina, con una fuerza ciclópea, con una pasión oceánica, la que puede enunciar el discurso, la que confía en que lo percibirá casi todo y que lo dirá luego en una lengua de su propia invención. ¿No es maravillosa esa fuerza? ¿Encontrarnos con una mujer que quiera decirlo todo, que quiera enunciar el corazón profundo, su centro fundamental? — Santiago Hamelau
148 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Anosluz Editora
Publicación original
2014
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Opiniones

  • Ivana Melgozacompartió su opiniónel año pasado
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    💧Prepárate para llorar

Citas

  • Ivana Melgozacompartió una citael año pasado
    Y a pesar de que ganaran ahora los anocheceres y amaneceres actuales, nada extraños,… y a pesar de que, de distintas maneras – histórico-grandiosa, o silenciosa – todos nosotros los presentes en aquella velada muriéramos finalmente, los últimos sonidos de nuestros labios fueron y serán:

    Y los sonidos celestiales no pudieron ser eclipsados

    para ella por los a b u r r i d o s cantos de la tierra.
  • Ivana Melgozacompartió una citael año pasado
    Yo en aquel anochecer, poniendo honestamente la mano en el corazón, habría entregado todo Petersburgo y toda Moscú por aquella frase de Kuzmín: “... tan parecido… a la dicha”
  • Ivana Melgozacompartió una citael año pasado
    Ya mañana Seriozha y Lionia terminaban su vida, pasado mañana ya Sofia Isaákovna vagaba por Moscú buscando asilo y se endurecía de frío al lado de las estufas, cuando siempre le habían resultado pocos todos los hogares.

    Mañana Ajmátova perdía a t o d o s. Y Gumiliov – la vida.

    ¡Pero hoy esta velada era nuestra!

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