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Libros
Roland Barthes

Fragmentos de un discurso amoroso

Sobre la trivialidad y a la vez sobre la radicalidad del amor. En palabras de Roland Barthes, este libro se vuelve necesario porque «el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso tal vez hablado por miles de personas (¿quién lo sabe?), pero al que nadie sostiene; esta completamente abandonado por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado o escamecido por ellos». Asfixiado detrás del erotismo, la sexualidad, la pomografla, la publicidad, el cuidado del cuerpo y el consumo mediático. La decisión de Barthes de ocuparse del amor adquiere, en este contexto, un carácter subversivo.

Publicado originalmente en 1977, es el libro más ambicioso de la última época de Barthes. ¿Pero cuál es su ambición? Darle escritura a la crítica, convertir la teoría en la gran novela del siglo XX. Un delicado relato de aprendizaje (o mejor dicho: del aprendizaje como algo imposible) sobre el deseo, el amor, la soledad, los celos y la respiración agitada. Un libro sobre las posibilidades de la crítica literaria de pensar el mundo, que para Barthes es, ante todo, discurso: «Dis-cursus es, originariamente, la acción de correr aqui y allá; son las idas y venidas, andanzas, intrigas. En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra sí mismo».

Erudito y a la vez claro, transparente y complejo (como el propio amor), Fragmentos de un discurso amoroso es un exquisito ejercicio de semiología salvaje. Un muestrario de los lugares comunes sobre el amor y, al mismo tiempo, una formidable demolición de esos mismos lugares comunes. Construido como un vocabulario, es un tratado, no sobre el amor, sino sobre sus palabras. Sobre la locura de la sintaxis y el enamoramiento del sentido.
188 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2014
Año de publicación
2014
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Citas

  • bcompartió una citahace 4 años
    X… tenía por cierto «rasgos de carácter» por los cuales no era difícil de clasificar (era «indiscreto», «astuto», «perezoso», etc.), pero en dos o tres ocasiones me había sido posible leer en sus ojos una expresión de tal inocencia (no hay otra palabra) que me obstinaba, sucediera lo que sucediese, en ponerlo, de algún modo, aparte de sí mismo, fuera de su propio carácter.

    por el mismo "amor" que sentimos, todas las características cobran un sentido, se minimizan, ya no es tan malo, todo esta justificado por ese destello en el otro que lo vuelve comprensible.

  • bcompartió una citahace 4 años
    es mi deseo lo que deseo, y el ser amado no es más que su agente
  • bcompartió una citahace 4 años
    imagina que el otro quiere ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades, sino por todo, y este todo se lo concede bajo la forma de una palabra vacía, puesto que Todo no podría inventariarse sin disminuirse: en ¡Adorable! ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto.

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