La variedad lingüística que denominamos “habla de negro literaria” era, en el siglo XVI, imitación de una interlengua propia de aprendices de español como L2. Reproducía en textos principalmente teatrales el habla que los bozales utilizaban en la península ibérica para comunicarse con los blancos o con otros interlocutores alóglotas.
A pesar de que esta variedad estaba contaminada por la repetición del estereotipo y por las peculiaridades estilísticas de cada autor, en ella aparecían rasgos auténticos de la manera de expresarse de aquellas personas. Prueba de ello es que esos mismos rasgos, que eran fruto de las interferencias de estructuras de la lengua del extranjero y la del nativo así como de las tendencias reductoras del idioma meta, se encuentran también en interlenguas, dialectos o criollos afrohispánicos recogidos en estudios extraliterarios actuales.