—¡Oh, Dios, Aida! — grita, mientras explota en mi boca.
Su semen es espeso, resbaladizo y cálido, me encanta cómo sabe mezclado con mi propia humedad.
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Cal me encontró, tal como prometió. No fue mi padre ni mis hermanos, fue mi marido. Este hombre al que ni siquiera quería y ahora no puedo imaginarme estar sin él.
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Tomo su polla en mi boca chupando suavemente la cabeza, su polla se llena al máximo con tanta fuerza que la piel se tensa