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Libros
Luis Jorge Boone

Suelten a los perros

  • Rafael Ramoscompartió una citahace 3 días
    Pude haberle dicho que había gente que nomás se aparecía en tu vida no para chingarte a ti sino para chingarse algo tuyo o para enseñarte que eso que necesitas con desesperación jamás te pertenecerá. Te hacen mierda. Lo hacen mierda. Te desgracian. Lo desgracian para siempre. Daba igual: era una culerada. Te mostraban la verdad.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 3 días
    Platicamos media hora más. De sueños, futuros promisorios, revanchas del presente, armisticios que nos debía la chingada vida. Los de Val seguían siendo los mismos de cuando niña. Fama, fortuna. La casota, el carrazo, la belleza. Los míos se parecían cada vez más a una capitulación, a conformarse con que las cosas no se jodieran sin remedio. Mudarme a Monterrey, entrar a trabajar a alguna empresa grande, ir mucho al teatro; con los años, terminar viviendo en Eagle Pass, ser un colado en el paraíso.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 3 días
    Luego de que se despidió de mi madre, la acompañé a la calle.
    La vida era una loquera sin revés ni derecho. Sólo podía pensar en que qué pinche suerte era que la película no se hubiera hecho. Gracias a eso caminábamos juntos.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 3 días
    En esos tiempos, en estas tierras, cuando alguien se decidía a entrarle al crimen, cualquier cancha era buena para practicar el fino arte de ser un hijo de la chingada.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    Nos animaba a imaginar qué queríamos ser y dónde queríamos vivir cuando fuéramos grandes. Cuánto dinero tendríamos. Cuántos carros. Nos contaba sus sueños de vivir en otra ciudad, viajar por el mundo, tener una casa grandísima con alberca y cancha de tenis. La pregunta de si le gustaba el tenis o sabía jugar era irrelevante, así eran las casas ricas en la televisión. Durante horas, Vali describía escenarios fastuosos de una madurez boyante. Compras y viajes fuera de todo presupuesto. Alucinaciones propias de la clase bajísima. Yo escuchaba todo y le creía el doble. En algún lugar del universo eso era real, posible. Resultaba tan bello y seductor que debía ser así. El universo, el Dios de los cristianos, el Olimpo, Cthulhu, la existencia misma deberían permitirlo, luchar con su propia naturaleza para reservarle una posibilidad a todo aquello. Sería infinitamente triste, insoportablemente absurdo, imperdonablemente culero que sueños que ofrecían tanto consuelo no pudieran cumplirse.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    Por lo pronto, en los páramos floridos de la infancia yo sólo esperaba el momento de recibir su atención, de disfrutar su cercanía. Quizá en un empujón en los juegos de contacto –una brusquedad que no lo era realmente y me sabía más bien a una caricia de la gloria celestial–; tal vez en un roce, fugaz e involuntario pero amado, durante el camino de regreso a nuestras casas, o quizá en la cercanía de cuando nos sentábamos juntos en la banca del juego de beis. Entonces, si alguien se caía al correr o soltaba el bate en el swing o la pichada pasaba a dos metros del home, y todos nos reíamos, ella lo hacía de tal forma que hasta sentía su respiración, y yo quería permanecer en esa burbuja de tiempo hasta que la eternidad se volviera cuadrada
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    Me había hecho su amigo, al fin. Me prometí a mí mismo no dejar de serlo jamás, bajo ninguna circunstancia.
    Esto se llama autoincepcionarse a la friendzone. Saberlo es cosa reciente, antes era sólo una corazonada, no existía la terminología precisa.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    En realidad, quizá no fue nada. Quizá lo recuerdo mal. Quizá no me echó ni un lazo ni me coronó con su cercanía. Da igual. No recordamos la lógica de las pruebas irrefutables sino los bandazos del corazón.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    Ella me había tocado el hombro mientras comía, y al final me había dado un abrazo y un beso, más soplado que dado en la mejilla, pero que nadie se esperaba y yo menos. Un toque de realismo siempre sorprende y hace rendirse a quien lo atestigua. Asustado y maravillado, arribé a otro estadio de mi vida. En realidad, quizá no fue nada. Quizá lo recuerdo mal. Quizá no me echó ni un lazo ni me coronó con su cercanía. Da igual. No recordamos la lógica de las pruebas irrefutables sino los bandazos del corazón.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 4 días
    La receta mandaba mezclar tierra, agua de la llave, hojitas del arbusto más a mano finamente picadas, corteza de nogal y agujas troceadas de pinabete. Llegando a la casa, las náuseas y el vómito me poseyeron. Más tarde llegó la diarrea. Esa noche, el baño de la casa de doña Silvita pareció locación de El exorcista. Pero Vali me había sonreído esa tarde, y eso mataba todo. Todo, menos las infecciones, claro.
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